EL ABERRANTE ESTADO GUATEMALTECO

Luis Fernando Mack

Lo aberrante es destruir programas e instituciones para justificar lavarse las manos frente a la responsabilidad que tiene el Estado de garantizar derechos, no clientelas”. (Ana Lilia Herrera Anzaldo)

La historia y la teoría política demuestran que el surgimiento del Estado moderno fue un proceso que se desarrolló en la fase final de la Europa medieval, como una respuesta integral al dominio señorial y el poder absolutista de las monarquías: los intelectuales franceses de la ilustración teorizaron una forma de gobierno alejada de la imagen centralista y absolutista, cuyo icono más famoso es Luis IV, el llamado “Rey Sol”.

 Aún hoy, su legado es fuente de controversias: por un lado, es recordado por la unificación de Francia y el impulso a las bellas artes como un símbolo de dominación intelectual y simbólica que aún prevalece en nuestros días; en ese sentido, el Rey Sol contribuyó decididamente al sentimiento de superioridad moral e intelectual que aún caracteriza a la Francia moderna: antes de morir, el rey pronuncia su famosa frase: “Yo me iré, pero el Estado permanecerá siempre”.

Luis IV, sin embargo, es también el ejemplo perfecto del absolutismo en su máxima expresión, al punto que su legado político se sintetiza en la famosa frase: “El Estado soy yo”. El mejor ejemplo de cómo el poder se utiliza para garantizar una vida rodeada de oropel, de lujos y excesos, que contrastaban fuertemente con el sufrimiento del pueblo francés, malestar que finalmente contribuiría mucho después a la revolución francesa y al largo proceso de transformación de la monarquía en república, proceso que puede sintetizarse en el gobierno basado en las leyes: “La espada de los libertadores tiene que estar, de ahora en adelante, sometida a las leyes de la República” Francisco de Paula Santander .

Este breve repaso por la historia nos sirve para entender los dilemas de la Guatemala de hoy: el proceso histórico que construyó la República, lejos de reconocer la diversidad étnica y lingüística de nuestro país, se usó como un mecanismo de dominación de los criollos guatemaltecos hacia los pueblos originarios, lo que constituyó desde siempre una nación ficticia: fragmentada, orientada siempre hacia la fascinación por lo extranjero y altamente dividida. La imagen del personaje ficticio de “la Jackie”, interpretado por la genial Celia Recinos, es un claro ejemplo de esa clase dominante guatemalteca que siempre ha vivido a espaldas de su población, con tintes racistas y discriminadores al estilo del Rey Sol, tal como lo retrató Marta Elena Casaus en su libro “Guatemala: Linaje y racismo”.

Los orígenes racistas y discriminadores de nuestra República guatemalteca tuvieron consecuencias nefastas para la conformación del Estado guatemalteco moderno: se constituyó desde siempre como una estructura de poder que siempre se ha usado como un instrumento al servicio de esos sectores dominantes altamente clasistas, discriminadores y con orientación predominantemente malinchista, que desprecia lo autóctono y se fascina por lo extranjero: la construcción de una proyecto tan complejo y de largo aliento como Cayalá, que es una ciudad dentro de otra ciudad, caracteriza perfectamente esa ideología criolla, que se ubica en nuestro territorio, pero que se proyecta imaginariamente hacia el exterior, profundizando de manera dramática ese sentimiento malinchista que domina a los guatemaltecos.

Esta explicación histórica es quizá la forma mas sencilla de explicar las múltiples paradojas que surgen en nuestro diario vivir, al ver como se comportan nuestras élites intelectuales y políticas de nuestro país. Por ejemplo, la noticias de esta semana enfatizan la iniciativa de ley de unos diputados que pretenden impulsar una “secretaria de asuntos espaciales”: ni siquiera hemos solucionado los problemas de pobreza y desnutrición, y estos “iluminados” diputados quieren derrochar recursos en un elefante blanco.

De igual manera se lee la resolución de un tribunal, que frente a un caso de corrupción que supera los mil millones de quetzales, es condenado a cinco años conmutables, y a la obligación de donar una ambulancia, castigo que esta lejos de representar una verdadera condena. Por el contrario, hace unas semanas se intentó procesar a dos hombres acusados de robar pacayas en un área protegida, y aunque posteriormente fueron liberados con un criterio de oportunidad, en su momento, el fiscal del Ministerio Público pretendía que fueran castigados con todo el peso de la ley.

La imagen de un Estado ausente y obsoleto, que se caracteriza por estar siempre a espaldas de las necesidades y deseos de la población, pero que se convierte en una amenaza cada vez que interviene, es la mejor forma de describir a este aberrante Estado guatemalteco, que lejos de garantizar el bien común, trabaja diariamente para mantener los privilegios y deseos de una clase política malinchista, racista, autoritaria y excluyente.