¿Quién capitaliza la crisis?

Renzo Lautaro Rosal

Aunque el título de este artículo parezca frío, en toda crisis, de la naturaleza que sea, ciertos sectores aprovechan para asumir posiciones de liderazgo que ayudan, tanto a encabezar las soluciones o alternativas ante el momento que se viven, como también para salir mejor librados de la penosa coyuntura.

Una primera opción para encabezar el listado de posibilidades es el gobierno central. Después de cuatro meses, el signo más representativo de ese actor es el titubeo. Para muestra, las recientes declaraciones del Presidente al plantear las primeras señales de la desescalada. Las percepciones generalizadas son de rechazo al contenido ambiguo e impreciso de la estrategia, su difícil operatividad. Queda por ver si en lo sucesivo logra recomponer su línea, tanto de diseño como de puesta en marcha, pero de momento el saldo es negativo.

Pasemos revista a otros actores. Las élites empresariales han dirigido sus acciones en un plano disperso. Las primeras acciones de sumar esfuerzos, han sido bien valoradas (donaciones, acciones de rápido despliegue). Es visto que su carácter operativo es significativo, pero es el plano estratégico donde las capacidades empresariales patinan. Sus capacidades de influir o inclusive plantear políticas públicas, son mínimas. Su lectura sigue siendo coyuntural, reactiva y a la defensiva. No tiene capacidad de liderar procesos de orden nacional y menos, orientados a la transformación (eso va contra su natura). Su interés es refuncionalizar y ver enemigos por donde sea, características que no son nuevas, pero que impiden  que su incidencia sea efectiva.

El repaso podría ser interminable, pero al menos despejemos parte de la cancha. Los liderazgos morales también están venidos a menos. Las iglesias asumen posiciones difusas y revestidas de mensajes que poco dicen para fines prácticos. La designación de Gonzalo de Villa sj es una acertada decisión para dar dirección al Arzobispado de Guatemala en una línea de trabajo, que sin dejar la prioridad del acompañamiento pastoral, requiere mayor empuje y visión para promover espacios de diálogo para la reconducción del país.

Las organizaciones de sociedad civil hacen su lucha, pero siguen enfrentando serias dificultades para salir de sus visiones maximalistas y señalar contrariedad contra casi todo lo que aparezca en la escena pública. Las ansias de protagonismos y los personalismos impiden que sus propuestas, en muchas ocasiones pertinentes, sumen voces para una melodía acompasada que marque diferencia. 

En el plano territorial son muchas las voces de resistencia y denuncia contra una diversidad de modelos que los ignoran, o a lo sumo, ven como expresiones complementarias. Poner en escena las múltiples precariedades que estas instancias denuncian, es parte de las funciones necesarias; pero sigue haciendo falta quien las teja para propósitos mayores.   

Así las cosas, no se vislumbran en el horizonte actores que capitalicen la serie de vacíos que la coyuntura deja al desnudo, o a si bien se conocían, la emergencia sanitaria está contribuyendo a precisar la magnitud de los pendientes. Entonces, a tal escenario dantesco, es previsible que al desaprovechar las circunstancias, estemos echando por la borda una oportunidad relevante para modificar escenarios. Lo lamentable de esto, radica que las rupturas están sucediendo a toda marcha; el mundo ha cambiado dramáticamente en pocos meses. Pero sin capacidad de administrar con sentido estratégico la andanada de modificaciones en todos los órdenes de la vida en sociedad, el efecto de las contingencias será de incalculables consecuencias.   

Renzo Lautaro Rosal