LA AMBIGÜEDAD COMO POLÍTICA

Luis Fernando Mack

“La ambigüedad en política no es armonía, por el contrario, es un mar de equívocos, de vaguedades, paradojas, contradicciones”. Eduardo Muñoz Serpa

El actual proceso electoral ha estado plagado de acciones que han configurado un panorama político altamente polarizado e incierto, como nunca antes había ocurrido en el pasado, ya que la ambigüedad política como estrategia está produciendo muchas situaciones de anomia legal e institucional que ya se están volviendo “normales”. Las razones y las consecuencias de este enredado y complejo proceso electoral se seguirán discutiendo por muchos años, debido a que presenciamos un momento histórico que será recordado en el futuro como uno de los parteaguas más importantes de la democracia guatemalteca de los últimos 70 año: el último momento crucial ocurrió en el año 1954, cuando fue derrocado el segundo gobierno de la primavera democrática guatemalteca, un fracaso que explica muchas de las deficiencias y los problemas que se han acumulado en estas décadas pasadas.

La incipiente nueva primavera democrática ha puesto a temblar a los actores de poder que se han acostumbrado por décadas a gobernar Guatemala sin freno ni cortapisa, ya que por primera vez desde que inició la transición democrática en 1985, existe la posibilidad real de que acceda al gobierno un actor al que no pueden controlar del todo: en primer lugar, Bernardo Arévalo, el candidato anti impunidad que siempre estuvo de lado de la CICIG, al que detestan; y Sandra Torres, la eterna candidata rechazada por los actores de poder, que ahora por arte de magia, ha sido bendecida por el sistema, ante la animadversión que les causa la otra opción. Aún en el entendido que logren derrotar a Semilla con todas las argucias legales y toda la feroz campaña de desinformación que han emprendido en su contra, Sandra Torres aún les causa desconfianza, tal como han expresado actores de derecha como Gloria Álvarez.

En el intento por derrotar la posibilidad de cambio, han emprendido un camino muy arriesgado: atentar abierta y sistemáticamente contra lo poco que queda del Estado de Derecho que aún queda en pie. El caos y la incertidumbre jurídica ya se remonta a varios años atrás: la desidia en la renovación de la actual Corte Suprema de Justicia, que lleva más de tres años usurpando funciones; la maniobra legal para inhabilitar a la magistrada Gloria Porras para que no tomara posesión ante la Corte de Constitucionalidad (CC) que la obligó a exiliarse; la injerencia de la CC que permitió la designación de la actual Fiscal del MP, Consuelo Porras, son algunos de los hechos que se podrían señalar como parte de esta política de la ambigüedad. Los más recientes sucesos en el proceso electoral siguen la misma línea anómica: el recuento indebido de actas ordenado por la CC, y el burdo intento del MP por suspender la personería jurídica del Partido Semilla, con lo que se finalmente se alteraría el marco constitucional vigente, al producirse un golpe de Estado técnico contra el proceso electoral.

La incertidumbre jurídica que alimenta la anomia política e institucional parece que será una estrategia dominante de aquí en adelante: pese a que la CC ordenó garantizar la segunda vuelta electoral, lo que significa no atentar contra la posibilidad que el Partido Semilla sea cancelado judicialmente, el Fiscal Currichiche y el Juez Orellana siguen el proceso de persecución penal, ordenando cateos y capturas que producen zozobra e indignación. En particular, preocupa el intento por doblegar a la autoridad electoral: el Juez Orellana ya ordenó la captura de la actual Directora del Registro de Ciudadanos, quién debía cumplir la orden de cancelar la personería jurídica de Semilla, contraviniendo el amparo de la CC: si se cancela al partido, se caería la segunda vuelta electoral, ya que obligaría al TSE a dar marcha atrás a la oficialización de los candidatos que han pasado al balotaje. Las consecuencias políticas de este intento son muchas, al punto que ya se está tipificando a Guatemala como una democracia en agonía.

La estrategia parece encajar en la política de la ambigüedad: una estrategia altamente anómica que usaría la contradicción y la paradoja como mecanismo producir vacíos legales que pueden ser resueltos a capricho, en cualquier dirección que le convenga al poder. En ese sentido, pese a que todo está regulado, todo es posible. Una anomia regulada perfecta, ya que los caprichos de ciertos individuos o sectores, se sobrepone a la ley y normaliza con ello una visión hobbesiana del hombre como lobo del hombre.

Es el Lawfare: una guerra política que utiliza la vía judicial y mediática con el fin de perpetuar intereses políticos, aún cuando eso signifique violentar el marco legal e institucional. Las consecuencias de esta política de la ambigüedad es que están produciendo una anomia institucional y política de proporciones gigantescas, haciendo cada vez más difícil saber que ocurrirá en los intensos meses que quedan entre hoy, y el 14 de enero del año entrante, cuando debe asumir el próximo gobierno. La batalla por el futuro de Guatemala apenas empieza.