EL EXTREMO CENTRO CHAPÍN

Luis Fernando Mack

“Cambian los bueyes pero la carreta es la misma y seguirá la dirección marcada por quienes poseen el control del Estado desde épocas lejanas”.

El concepto de extremo centro se lo debemos al escritor anglo-paquistaníTariq Ali, quién en el 2015 presentó sus apreciaciones sobre la democracia en muchos países Europeos, constatando que no importando de que ideología fuera el gobierno que llegara, las políticas que se implementaban era muy parecidas, o en palabras del autor: “la política se ha convertido en una competición para ver quién es capaz de prestar un mejor servicio a las necesidades de los mercados, una pugna ahora mediatizada por inestables movimientos populistas” Tariq Ali.

Para el caso de Guatemala, parece que esta definición explica en parte la dinámica partidista, especialmente si consideramos el anuncio de la reciente alianza entre dos fuerzas que aparentemente eran contrarias: la UNE de Sandra Torres, y el oficialismo en el Congreso, representado por la diputada Shirley Rivera. La unión de ambas fuerzas permitió que se consolidara una junta directiva conformada primariamente por estas dos fuerzas políticas, garantizando que en el año electoral, ambas fuerzas tendrán numerosas formas de fortalecer sus posibilidades políticas, gracias al control que han alcanzado de un organismo tan importante como lo es el Legislativo.

En numerosas ocasiones, el sistema guatemalteco ha demostrado esa capacidad de adaptación y cambio constante que hace difícil establecer la correlación de fuerzas: en la práctica, muchos de los contendientes políticos operan bajo la lógica de la aparente rivalidad, pero tienen la capacidad de aliarse en momentos determinados, haciendo muy complejo el análisis político: cuando se considera que una fuerza política ya no tiene posibilidad de ganar, tal como se dijo de la UNE en el 2019, o de Manuel Baldizón en el 2015, los contendientes apuestan por una combinación de resultados y de circunstancias que permitan que lo imposible, se vuelva factible: el actual presidente de Guatemala lo sabe perfectamente, ya que paso de ser el eterno perdedor, a ser el candidato ganador en el 2019. Desde esa perspectiva, Manel Baldizón y Sandra Torres podrían tener alguna posibilidad en algún momento futuro, especialmente si se sabe que el electorado guatemalteco es relativamente fácil de engañar.

Se dijo, por ejemplo, que la lógica de “le toca”, funcionaba perfectamente para impulsar al candidato perdedor de una elección en segunda vuelta: supuestamente, tal inercia se rompió con Baldizón, pero funcionó en una cierta forma diferente con Alejandro Giammattei. En este último caso, lo de “le toca” no se refería al perdedor de una elección, sino a la constancia de un candidato que tarde o temprano, se hizo acreedor de la simpatía ciudadana, gracias a que, del otro lado, se ubicaba una opción considerada por muchos como inaceptable. La segunda inercia, la lógica de elegir entre dos males, por lo tanto, funcionó en combinación con la primera, haciendo a Giammattei el candidato ganador. Una situación parecida podría ocurrir si se tuviera en segunda vuelta a Manuel Baldizón y a Sandra Torres, por ejemplo, y aunque la posibilidad de tener a ambos personajes en una segunda vuelta es muy poco probable, en la práctica el sistema es experto en construir amenazas reales o ficticias: hay una larga lista de personajes políticos que podrían acaparar la animadversión ciudadana, con lo cual la trampa del menos malo podría funcionar de forma continua en el futuro.

Las características del sistema de financiamiento político, en la que los partidos están a merced de los financistas de campaña, garantiza un control adicional a cualquier proyecto político independiente de los intereses dominantes; y si combinamos esta férrea dependencia financiara de los partidos políticos con la tendencia de los ciudadanos a encandilarse por las opciones que ofrezcan más dádivas y recursos, sumado al hecho de que muchos guatemaltecos ya perdieron la esperanza de un cambio por la vía electoral, el resultado es un sistema que se ha vuelto inmune a los cambios: el extremo centro Chapín en su máxima expresión. Transformar este sistema perverso, por lo tanto, es el reto más grande que los ciudadanos guatemaltecos tenemos en las elecciones 2023.