El ex-ministro de Salud Pública, Hugo Monroy, fue nombrado coordinador de la construcción de los hospitales (7) en el marco del préstamo entre el Banco Mundial y el BCIE por más de 290 millones de dólares. Ello, a pesar de su mediocre paso por el MSPAS, su total desconocimiento de la gestión pública y ausencia de liderazgo. Que hayan decidido mantenerlo en una función de relevancia, es una burla; más cuando precisamente sus debilidades representan las funciones prioritarias que debe encarar en las nuevas responsabilidades. Acto de incoherencia? ligereza o expresión de autoritarismo presidencial?
Pero hilemos más fino. Las operaciones del aparato público en períodos de emergencia, se han prestado desde el terremoto de 1976, pasando por el manejo de las tormentas Mitch y Stan, como períodos para que la corrupción repunte. Con esos antecedentes, no es impensable que el juego de piezas en el tablero conlleve similares intenciones. Además, nunca antes se han tenido a disposición la cantidad de recursos públicos, como en esta ocasión, sumados a los préstamos que se han aprobado en paralelo. El Covid es una realidad y al mismo tiempo, un pretexto para tomar por asalto las arcas de las finanzas del Estado. Al fin y al cabo, la mirada de la mayoría está en la emergencia sanitaria, las precariedades presentes y la incertidumbre de los próximos meses y años.
La construcción de obra gris ha sido una carta mayor para generar actos de corrupción. El hecho más reciente, es el libramiento de Chimaltenango. La construcción de infraestructura hospitalaria, cuando llevamos décadas sin ese tipo de obras (con excepción del sobrevalorado hospital de Villa Nueva), representa un oasis para las redes de negociantes que se enriquecen a costa de hacer negocios con el erario público. El préstamo que coordinará Monroy tiene una triple naturaleza: generar negocios a través de una agenda de especial sensibilidad, la salud; y al mismo tiempo, quedar bien con todos aquellos que apoyaron la campaña electoral esperando algo a cambio (o quizás ni apoyo dieron), pero presionan a través de diversos canales para que el chorro se abra. Además, la enorme cantidad de recursos no tienen relación directa con la coyuntura, por lo que los beneficios se extenderán por un largo período.
Si bien las dos instituciones internacionales involucradas cuentan con procedimientos, normas y diversos instrumentos para supuestamente controlar el buen uso de sus recursos, al final de cuentas lo que interesa es colocar préstamos aprovechando las «ventajas» que dan los sanos indicadores macroeconómicos. Son ampliamente conocidos casos del mal uso de recursos provenientes de ambas instancias: préstamo (2013) otorgado por el BCIE, para construcción de carretera en la costa sur, para ser construida por la empresa Odebrecht; involucramiento de IFC (Corporación Financiera Internacional), componente del Banco Mundial en el caso Terminal de Contenedores Quetzal (TCQ), en 2016, son algunos ejemplos.
Ojalá no estemos frente a una nueva operación oscura que se gesta en medio de un episodio dramático para Guatemala y el mundo, en su conjunto.
Renzo Lautaro Rosal