La pandemia congeló las migraciones en todo el planeta. Más aún, las comenzó a revertir, como se ve en los países del norte de Centroamérica, donde, además de las deportaciones, los migrantes retornaron a sus comunidades, bajo el hostigamiento de autoridades y poblaciones de los países de tránsito. Pero además, en muchos casos fueron rechazados agresivamente por sus propias comunidades, que los perciben como seguros portadores del virus. Y es que los protocolos sanitarios de los países de origen fueron débiles y muy escasa la información, por ejemplo, a las poblaciones maya hablantes.
Pero una vez superada la crisis de salud –cuando ya se cuente con una vacuna eficaz y distribuida universalmente- y las economías prósperas recuperen el ritmo de actividad y empleo, los flujos migratorios también se reactivarán, y probablemente con mayor fuerza, pues difícilmente los factores de expulsión en los países de origen habrán cambiando a un signo positivo.
Es más probable lo contrario: que el empleo se precarice, que la criminalidad se incremente (en particular las extorsiones), que el hacinamiento en los hogares empeore y que, por lo consiguiente, también la violencia intrafamiliar recrudezca, y los servicios públicos –ya de por sí fallidos- se debiliten aún más por la caída de la carga tributaria.
Al respecto, tres datos para Guatemala: a) La pobreza podría aumentar en alrededor de 5 puntos porcentuales; b) Las ocupaciones informal incrementarán del 70% al 80% después de la pandemia, y, como sabemos, la economía informal es sinónimo de subempleo, pobreza y desprotección de la seguridad pública, y c) Las instancias que registran y denuncian violencia sexual, indican que en los tres meses de confinamiento en los hogares han confirmado más de 2,000 embarazos de niñas entre 10 y 17 años (que el MP ya debería de estar investigando).
Si este es el escenario más probable para el próximo año, lo razonable es que, en este periodo de congelamiento de los flujos migratorios, las cancillerías que involucran el corredor migratorio (El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras y México) preparen negociaciones para establecer un marco de gobernanza de las migraciones, esto es, un acuerdo que incida en el ciclo de las migraciones: desde el día en que el ciudadano (o el grupo familiar, o el niño no acompañado) sale de su hogar y decide convertirse en migrante irregular (con lo cual pierde su carta de ciudadanía), hasta que eventualmente retorna, voluntaria o forzosamente.
La pandemia congeló los flujos migratorios y también bajó el volumen de las disputas internas en Estados Unidos sobre la política anti inmigratoria de Trump. Quiere decir que el tema migratorio probablemente ya no sea el eje del debate electoral ni definirá si el presidente Trump es reelecto. A menos de cinco meses de las elecciones, en las encuestas de intención de voto, Trump aparece 14 puntos debajo de su competidor, Joe Biden, y no es por el tema migratorio, sino por su errático manejo de la emergencia de salud y de las multitudinarias protestas antirracistas en más de 50 importantes ciudades de ese país.
En resumen, el panorama migratorio está insospechadamente alterado. Hay chance para aprovechar los restantes seis meses del año para articular un acuerdo de gobernanza de las migraciones, para cuando vuelva “la normalidad”.
Édgar Gutiérrez