MAQUIAVELO ANALIZA LA CORRUPCIÓN

Gabriel Orellana

«Los guatemaltecos tienen derecho a optar a empleos o cargos públicos y para su otorgamiento no se atenderá más que a razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez.»

«La función pública […] no podrá ejercerse sin prestar previamente juramento de fidelidad a la Constitución.»

(Artículos 113 y 154 de la Constitución Política de la República de Guatemala).

Sucedió en la primera mitad del siglo XVIII. Un afamado jurisconsulto de Pontremoli (aún no he logrado identificar su nombre), eligió y ordenó un compendio de máximas extraídas de toda la obra de Nicolás Maquiavelo «para hacer conocer la injusticia de las acusaciones contra los escritos de Machiavelli, las que derivaban de una siniestra prevención y de una mala inteligencia de sus sentimientos. La recopilación tenía un fin polémico: la defensa de Machiavelli, y obtuvo gran éxito y difusión, de modo que se halla comprendida en casi todas las ediciones completas de sus obras», dice la Advertencia del editor que, junto con un Estudio Preliminar del propio Marone,  precede la obra titulada La Mente del Hombre de Estado y otras sentencias, escogidas y ordenadas por Gherardo Marone y traducidas por Itala Questa de Marelli (Editora Inter Americana, Buenos Aires, 1943).

Tomando en cuenta el momento que vive Guatemala –faltan pocas semanas para las elecciones generales —y como fiel reflejo de mi decepción por el estado de cosas –o como se le quiera llamar—,  elegí de sus veintiséis apartados el décimo primero, titulado «De los malos efectos de un gobierno corrompido», porque refleja –en gran medida— mi personal preocupación por los daños que este grave flagelo le causa a nuestro país. Advierto que cualquier semejanza con personajes de la vida real, vivos o muertos, es una mera consecuencia, pues datan de hace más de cuatro siglos.  

  • no es posible hallar entre los ciudadanos ni unión ni amistad, a no ser entre aquellos que son cómplices en alguna perfidia.»
  • , puesto que en todos se hallan extinguidos la religión y el temor de Dios, el juramento y la fe dada rigen solamente en cuanto son útiles; de lo cual se valen los hombres, no para observarlos, sino como medio para poder más fácilmente engañar; y cuanto más fácil y seguro resulta el engaño, mayor gloria y alabanza se adquiere. Por ello los hombres nocivos son alabados como industriosos y a los buenos como a tontos se les critica.
  • «En los gobiernos corrompidos los jóvenes son ociosos, los viejos lascivos y cada sexo y cada edad están llenos de malos hábitos; a lo cual las buenas leyes, por estar ellas mismas minadas con las malas costumbres, no ponen remedio.»
  • «De tal corrupción nace aquella avaricia que se ve en los ciudadanos, aquel apetito, no de verdadera gloria sino de honores reprobables, del cual derivan los odios, las enemistades, los sinsabores, las sectas, que a su vez generan la aflicción de los buenos y la exaltación de los malvados, porque los buenos, confiados en su inocencia, no andan, como los malos, en busca de quienes les defiendan y honren, tanto que, indefensos y sin honor, caen en la ruina.
  • «De este ejemplo de corrupción nace el amor a los partidos y su potencia, pues por avaricia y ambición los malos y los buenos por necesidad, la siguen; y lo más pernicioso es ver cómo, con un piadoso vocablo, hace que los móviles de esos partidos, sus intenciones y sus finalidades, aparenten ser honestos.»
  • «De tal corrupción nace que las disposiciones y las leyes, no para la pública, sino para la propia utilidad se dictan.»
  • «De tal corrupción nace que las guerras, las paces, las amistades, no para gloria común, mas sí para satisfacción de unos pocos se deliberan.  »
  • «En una ciudad mancillada con tales desórdenes, las leyes, los estatutos, los mandatos civiles, siempre fueron y serán ordenados, no ya según el bien público, sino de acuerdo a la ambición de aquel partido que haya permanecido superior a los demás. »