LA TRAMPA ELECTORAL Y EL ETERNO RETORNO AL SUBDESARROLLO

Luis Fernando Mack

 “El voto es preciado. Es la herramienta sin violencia más poderosa que tenemos en una sociedad democrática y debemos usarla”. John Lewis

Recientemente, escuche con atención un debate que se desarrolló en uno de los programas de opinión de la radio en Guatemala, en donde uno de los conductores abordó el tema del panorama político-institucional: la forma sistemática en la que se suman los problemas, las ineficiencias institucionales, los abusos del poder político y tantos problemas que se acumulan diariamente. El programa tuvo tanto impacto, que muchos de los oyentes enviaron un aluvión de experiencias que demostraban esas cotidianas escenas en donde la dignidad y la decencia humana, son pisoteadas muchas veces por quienes supuestamente deben protegernos y servirnos.

El argumento de uno de los conductores del programa era el siguiente: los problemas cotidianos en Guatemala simplemente se reproducen, porque la ciudadanía aprendió a callar y a ver para otro lado. En ese sentido, el argumento central es que la pasividad y la falta de involucramiento del ciudadano es el que permite los abusos sistemáticos. Muchos de los comentarios de los oyentes iban por la misma línea: debemos organizarnos, debemos protestar, debemos hacer algo para evitar que este país se siga deteriorando cotidianamente con cada acto de corrupción y de abuso de autoridad, eventos que abundan en nuestra realidad cotidiana.

Uno de los argumentos esgrimidos se centró en las inercias electorales que han prevalecido en nuestro país, en donde muchos de los ciudadanos han abandonado sistemáticamente al poder que tienen en sus manos: el voto. Desde hace varios años existe la idea de que validamos a las malas opciones como la que actualmente nos gobierna desde el Palacio Nacional de la Cultura, gracias al hecho de que existe una opción que todos consideran peor. Las elecciones del 2019 nos demostraron por enésima vez esa perversa trampa que nos ha hecho volver eternamente a esos malos gobiernos que nos dirigen desde muchos años, al punto que al enfrentarse dos reconocidos males, finalmente triunfó el que “parecía” menos dañino. El resultado es el actual gobierno, a quien le debemos el enorme crédito de combinar actitudes abiertamente autoritarias y abusivas, con una terrible y sistemática ineficiencia institucional que nos ha hecho visualizar la realidad en toda su dimensión: vivimos en un país que se niega cíclicamente a cambiar.

Esa sensación de que no vamos para ningún lado, y en la que, según el argumento de uno de los conductores del programa, los guatemaltecos soportamos todos los males y abusos con resignación, es la que parece haberse generalizado en el año 2022, quizá impulsado por los muchos problemas y desastres climáticos que se han acumulado en las últimas semanas: deslaves, cavernas subterráneas, puentes caídos, y una larga lista de problemas de salud, seguridad, vialidad complicada y falta de empleo que están haciéndole la vida miserable a muchos guatemaltecos sin que las autoridades se preocupen por algo.

En medio de esa sensación de desastre, se conoce una nueva afrenta a la dignidad nacional: el sindicato mayoritario del Congreso, no contento con los muchos beneficios y placeres a los que tiene acceso, está dispuesto a seguir aprovechándose de la ineptitud y falta de solvencia de los diputados, y ahora pretende obtener nuevos beneficios institucionales que se sumen a las jugosas y paradisíacas condiciones laborales de las que ya gozan. Quizá todos ahora se alboroten y se enojen, pero pasado el tiempo, la indignación se trasladará a otra noticia igualmente indignante -de las muchas que abundan en nuestro país-, y al final, no pasa nada. Todo sigue igual.

El argumento central es entonces, que debemos despertar de nuestro letargo: si ya se demostró que votar por el “menos malo” no funciona, en las próximas elecciones, considere sinceramente otra de las muchas opciones que tiene el ciudadano: desde ir al centro de votación para anular su voto, en protesta por este sistema que no nos representa, hasta votar sinceramente por el que cree, es el mejor. Empoderar al ciudadano consciente, entonces, parece ser el primer paso para cambiar Guatemala.