LA TRAMPA DEL AUTORITARISMO ENCUBIERTO: NO CREER EN LA DEMOCRACIA

Luis Fernando Mack

“En el momento en que creemos que ya se acabó la lucha, en ese momento estamos cayendo en la trampa del autoritarismo. Sin lucha por la democracia, una lucha que es interminable, no puede sustentarse las democracias” Luis Salazar Carrión.

Recientemente fui convocado a una reunión en confianza con una institución a la que aprecio mucho, debido a que en muchas ocasiones hemos compartido espacios de reflexión y procesos de transformación del país. En esa reunión, tuve la suerte de coincidir con un nutrido grupo de analistas, uno de los cuales inició el día con una presentación mínima sobre el contexto electoral actual. Las pocas diapositivas generaron un debate muy enriquecedor sobre la democracia y sus posibilidades en el momento coyuntural actual, y con atención seguí el razonamiento del expositor, quién básicamente argumentaba que en la coyuntura actual, las elecciones 2023 ya estaban perdidas, por lo que aunque no aconsejaba dejar de trabajar en esa área, no le daba prioridad. En consonancia, la mayoría de asistentes concordaban, avanzando incluso al juicio que parece haberse hecho común: las elecciones han perdido su legitimidad, si es que alguna vez la tuvieron, por lo que acontece actualmente es una farsa: cualquier cosa que salga de ella, será negativa.

Aunque en el fondo, puedo estar de acuerdo con este análisis, me parece que el enfoque en el fondo es completamente perverso: en mis jornadas de reflexión electoral que he tenido a lo largo del año, la preocupación de mis interlocutores siempre ha sido encontrar una guía sobre el que hacer en el momento actual, y un análisis que se enfoque en el argumento que todo está perdido, no contribuye mucho a enfrentar este período sombrío al que nos enfrentamos: bien decía mi abuelo, no hay peor lucha que la que no se hace. Auténticos profetas del desastre que contribuyen con su conocimiento a enterrar cualquier posibilidad de cambio que pudiera existir.

Para argumentar en contra de este marcado pesimismo, iré por partes. Primero, reconocer el entorno en el que se inserta la reflexión: indudablemente, hay un entorno adverso, con partidos y opciones políticas mejor articuladas que cuentan con todos los factores de poder a su favor: percepción, recursos legales e institucionales, así como un cuantioso financiamiento electoral disponible. Indudablemente, ya para este momento, hay un par de figuras dominantes que son los y las candidatas a vencer (más mujeres que hombres, por cierto). Sin embargo, aun cuando parte con una considerable ventaja, en política electoral no hay seguro: si no que lo diga Juan Orlando Hernández en el 2021, cuando en un proceso electoral parecido, fue derrotado sorpresivamente por la opción de cambio, la izquierdista Xiomara Castro, quién tuvo la virtud de conectarse con la ciudadanía descontenta con el sistema, y a partir de esa conexión, logró movilizar la esperanza de cambio. Lo mismo ocurrió en México en el 2018, cuando Andrés Manuel López logró superar el veto político que le habían impuesto sus opositores por décadas -recordemos la elección 2006, cuando AMLO fue despojado de su triunfo con anomalías documentadas que finalmente no alteraron el resultado final-.

La conciencia de la crisis, por lo tanto, es una oportunidad, si se sabe trabajar. Los ciudadanos guatemaltecos, de hecho, están ansiosos por contribuir al cambio, por lo que en mis pláticas me enfoco en lo que pueden hacer, no en lo que no se puede modificar. Y algo que está en manos de cualquier ciudadano es forjar un método de decisión que les permita elegir de mejor forma. Primer criterio básico: NO VOTAR por los que el sistema induce, los que parten como favoritos. Ya con este criterio, se eliminan varios. Segundo criterio: dime lo que prometen, te diré lo que no harán. De igual forma, dime con quien andan, te diré quienes son. La lista de criterios puede crecer, pero el mensaje es el mismo: no votar por quienes se saben, no representan un cambio, porque han sido producidos por el sistema. Un criterio adicional: si no debemos votar por los mismos, ¿por quién entonces votar? Ahí se reduce la lista a unos pocos: votemos por los alternativos, los que tienen menos recursos para promoverse, los que, en alguna medida, incluyen figuras que promueven esperanza, porque no están en los círculos de poder.

En general, siempre recomiendo votar con la conciencia que mi voto, cuenta, por lo que no debo entregar mi decisión por interés, por decepción o por el enojo que me causa otra opción, para evitar que gane. Si no existe nadie a quién le quiero confiar mi voto, porque no me termina de convencer, siempre existe la opción del voto nulo: el voto que expresa mi decepción porque ninguno me representa. En el siguiente artículo me concentraré en argumentar porque el voto nulo es la opción de quienes no se sienten representados. Ni el voto en blanco ni la abstención me parecen buenas opciones: es mejor el voto nulo. Como expresó un analista sobre el tema: “Asistiré a votar el domingo y mi voto será NULO en dos papeletas. Digan lo que digan mi voto sí cuenta y será un claro mensaje a las y los políticos corruptos” Norma Chamalé Patzán.