LA TRAMPA DE GIAMMATTTEI

Luis Fernando Mack

«Los mayores enemigos de la inteligencia son el orgullo, la vanidad y la soberbia» Enrique Rojas Montes

Conocí personalmente al señor presidente Constitucional de la República, el Dr Alejandro Giammattei, por allá por el año 2011; en ese entonces, trabajaba en una institución que formaba parte del consorcio Mirador Electoral, y nuestra tarea era la de analizar los planes de gobierno y el desempeño de los partidos políticos que participaban en ese proceso electoral. Con ese objetivo en mente, entrevistamos a Giammattei como candidato presidencial postulado por el Centro de Acción Social (CASA), pero en esa contienda política, era considerado un candidato de relleno: apenas tuvo 46.655 votos válidos, apenas un 1% del electorado.

Lo que nos dijo Giammattei en ese momento no lo recuerdo realmente, pero si permaneció en mi memoria la actitud orgullosa y segura que presentaba, pese a que en el 2010 -un año antes- había permanecido durante 10 meses en la cárcel: la adversidad no lo había quebrado, y pese a que en ese momento no gozaba de su mejor momento político, la seguridad y la confianza que exhalaba no dejaba de impresionar. En algún momento pensé que podría ser un buen presidente, aunque sus planteamientos e ideas no eran precisamente de mi agrado. Doce años después de aquella entrevista, Alejandro Giammattei superó las expectativas que cualquiera pudo haber pensado sobre él, y actualmente es el 51º presidente de la República de Guatemala.

Hoy la actitud orgullosa y soberbia de Giammattei permanece intacta, ahora con mayor razón, debido a que ha llegado al más alto cargo político que podría aspirar en Guatemala. En un contexto diferente, en una sociedad solidaria, unificada y con bien cimentadas bases nacionales, y con un Estado robusto y eficiente, una figura como la de Giammattei podría ser adecuada para gobernar Guatemala. Pero en presencia de una sociedad dividida, enfrentada y poco solidaria, en un contexto de un Estado que se cae a pedazos por una inercia plagada de ineficiencias y despilfarros institucionales, gobernar con puño de hierro no es precisamente la mejor opción.

No le ayuda a Giammattei el largo proceso de debacle político que se ha ido acumulando en los últimos años, debido al entorno cambiante y peligroso en el que se inserta nuestro país, debido a condiciones como el cambio climático y la falta de planificación y ordenamiento territorial que ha dejado a nuestro país en condiciones muy precarias frente a los avatares del clima. La pandemia de COVID 19 indudablemente agregó un desafío mayor al actual gobierno, aspecto que indudablemente se agrega al hecho de que Guatemala vive un enfrentamiento político que se vive en Guatemala producto del intento de la CICIG y sus aliados de transformar la matriz de corrupción e impunidad que siempre ha prevalecido en Guatemala, por lo que Giammattei, lejos de cumplir con su promesa de unidad nacional, se ubicó en uno de los lados del conflicto. El contexto político, social y económico, por lo tanto, no era precisamente el mejor, sino quizá el peor que cualquier presidente recibiera desde 1985 a la fecha.

La conciencia de que vivimos en una larga crisis política está a la vista por todos lados: se multiplican las protestas por recursos o planes que el Estado no puede o no quiere asumir; los desastres y problemas derivados del colapso de la infraestructura por las condiciones del clima y la severa crisis económica que aún golpea a muchos hogares guatemaltecos, más la escalada de violencia homicida y criminal que parece ir en aumento, contribuyen a aumentar esa percepción de crisis que se percibe por todos lados. Para colmo de los males, Giammattei enfrenta el último de sus desafíos que amenaza con consumirlo: la movilización de los veteranos militares que exigen el cumplimiento de una promesa de campaña del actual presidente, amenaza con consumir la poca legitimidad y estabilidad que aún gozaba Giammattei.

Lamentablemente, la respuesta del presidente sigue siendo la misma: la altanería, la soberbia, la actitud prepotente y abusiva que solo sabe proferir palabras duras y desafiantes, con lo cual lejos de producir un clima favorable a la búsqueda de soluciones, solamente agrava la sensación de crisis. Como bien dice el dicho: “El saber y la razón hablan; la ignorancia y el error gritan.” Arturo Graf.