LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE DEBE MORIR

Luis Fernando Mack

“La Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) supo ser durante décadas un baluarte de resistencia y dignidad” Marielos Monzón

Desde hace varios años me dedico al análisis sistemático de la realidad guatemalteca, por lo que frecuentemente interactúo con diversos grupos sociales y académicos en la ardua y compleja tarea de intentar desentrañar los misterios de una sociedad que parece estar tercamente enclavada en las malas noticias; el primer misterio que encuentro es que, en estas condiciones políticas  y sociales vigentes, identifico que no existe prácticamente ningún actor relevante que se encuentre satisfecho de lo que ocurre diariamente en el escenario nacional, por lo que la primera interrogante surge automáticamente: ¿porqué, si hay un consenso de que debemos cambiar, la realidad muestra una tendencia a la crisis y a la confrontación? Desde esta perspectiva es que puedo afirmar que el actual sistema político, económico y social vigente, ya no es suficiente para mantener un mínimo de gobernabilidad, por lo que la buena noticia que se extrae de este pensamiento es que, con la combinación adecuada de circunstancias, esta conciencia de crisis generalizada puede producir un gran cambio estructural, tal como nunca ha ocurrido en Guatemala.

Lo que está ocurriendo en el proceso de elección del rector de la USAC es una muestra fehaciente de esta posibilidad de transformación: cuando las noticias sobre el proceso electoral eran más nefastas, debido a que los actores identificados como los menos aptos para representar a la Universidad eran los que más posibilidades tenían para alzarse con la victoria, surgió de última hora una candidatura que de forma paulatina, empezó a acaparar las noticias alrededor de su proceso: nos referimos al aún procurador de los derechos humanos, Jordán Rodas, quién de forma valiente y decidida, se atrevió a arriesgarse a incursionar en una contienda completamente desbalanceada: con tiempo y con recursos limitados. Se enfrentaba a una maquinaria muy bien aceitada de favores y promesas de prebendas políticas muy bien estructurada, la cual se ha basado durante muchos años en gastos que incentivan las redes clientelares dentro de la Universidad. Le acompaña en el proceso otro actor que se identifica con el cambio, nos referimos al arquitecto Carlos Valladares, aunque en este caso, Valladares ha sido parte del esquema de gobierno de la USAC, por lo que su candidatura despierta menos esperanza que la de Rodas.

Al inicio de los procesos electorales, la perspectiva para las opciones de cambio era remotas: se pensaba que la situación era adversa, debido a la magnitud del problema. Sin embargo, luego de los dos primeros días de votaciones, la situación está lejos de ser definitiva: Rodas y Valladares han iniciado de forma prometedora, pese a que las opciones dominantes aventajan el proceso. El dominio conservador, sin embargo, no alcanza realmente para vaticinar una victoria para alguno de los grupos en pugna, por lo que asistimos al proceso electoral mas reñido de la historia reciente de la USAC.

Al momento de escribir estas líneas, el conteo preliminar y las proyecciones le dan una mayor ventaja al ampliamente cuestionado decano de Humanidades, Walter Mazariegos, quién es unánimemente señalado como el más representativo de los intereses que han cooptado negativamente a la Universidad. La posibilidad de que la cooptación se consume nuevamente, por lo tanto, es muy real. Pero lo realmente importante para el caso que nos ocupa es que cuando surgen candidaturas que se identifican claramente como esperanzas para el cambio, la respuesta social es alentadora, por lo que pese a que Jordán Rodas pueda ser derrotado en el proceso, el haber participado con tan poco tiempo y con tan limitados recursos, demuestra que algo similar podría suceder en el ámbito nacional, si sugiera una candidatura ampliamente celebrada como opción del cambio, tal como ocurrió también en Honduras en el proceso electoral 2021: Xiomara Castro movilizó la esperanza de cambio, lo que favoreció que el proceso electoral se viviera como una fiesta cívica. 

Guatemala vive momentos cruciales, debido a que como hemos apuntado al inicio, el sistema político actual ya demostró que está en una crisis terminal: el cambio inminente, por lo tanto, es una posibilidad muy real. De las decisiones que tomen los actores progresistas depende el rumbo de este cambio. Quizá presenciamos una época de esperanza, si finalmente se logra articular una opción unificada comprometida con el cambio.