LA DEMOCRACIA Y LA TIRANÍA DE LA MAYORÍA

Luis Fernando Mack

“El país está tan dividido como siempre. La principal fuerza en la política estadounidense sigue siendo su profunda división partidista”.Blake Hounshell

Se esperaba lo que se denominaba un “tsunami rojo”, debido a la sensación de crisis que pesa sobre el actual presidente norteamericano, Joe Biden. Una serie de acciones y frases donde demuestra desorientación y frustración, así como decisiones polémicas como la retirada norteamericana de Afganistán serán recordadas como las principales fallas de un presidente al que se le percibe con la frase que el mismo pronunció: «Una máquina de meter la pata», una tendencia que no es desaprovechada por la sombra que acecha desde el otro lado: la figura siempre amenazante de Donald Trump.

Pese a los pronósticos, la debacle demócrata no ocurrió: al momento de escribir estas líneas, las pérdidas demócratas y las victorias republicanas no alcanzan para definir una abrumadora hegemonía republicana, tal como esperaban los partidarios de Trump. Numerosos analistas interpretan esta resistencia a diversos factores, pero existe una interpretación alternativa en torno al hecho de que en una situación donde existen dos contendientes, muchas veces la sensación de falta de opciones termina afianzando la opción “menos mala”, tal como ocurrió en las elecciones guatemaltecas del 2019. En ese escenario, difícilmente existen mediaciones: las mayorías se fabrican simplemente porque la opción contraria no es suficientemente atractiva como para producir una adhesión, por lo que se produce una suerte de voto estratégico: se moviliza el votante no para validar una opción que considera buena, sino para evitar que llegue una opción considerada como una amenaza. La crisis de la democracia va de la mano con esta creciente desafección con las opciones políticas, pero también con la sensación de que luego de una contienda electoral, existen más perdedores que ganadores: hay una minoría derrotada, pero también mayorías que probablemente se movilizaron no por convicción, sino por estrategia, al votar por el menos malo, por lo que estrictamente hablando, tampoco se pueden considerar vencedoras.

Una segunda lectura de lo ocurrido en Estados Unidos es que frecuentemente, la sociedad se polariza en bandos que aparentemente, tienen visiones opuestas del mundo: en ese contexto de profundas divisiones y visiones contrarias, la democracia ya no se percibe como el sistema que representa a la sociedad, sino simplemente como el gobierno de la mayoría, en contra de la voluntad de la minoría. Cuando esas minorías políticas caracterizan a poblaciones mayoritarias que padecen de serias exclusiones estructurales, tal como sucede en Guatemala con los pueblos originarios, la tiranía de la mayoría política se convierte en una totalidad inamovible, negándose entonces la esencia de la democracia: la alternancia.

Una tercera y final lección aprendida de las elecciones de medio período en Estados Unidos es la importancia de instituciones políticas estables llamadas partidos políticos: el arraigo partidario demócrata y republicano garantizan que pese a que pueda haber discrepancias hacia los liderazgos partidarios -contra Trump para los republicanos, y contra Biden en el caso de los demócratas-, al final, prevalece la identidad y el arraigo partidario. Ocurrió en el mandato de Donald Trump, cuando la base republicana fue reacia a abandonar a su líder, pese a los múltiples desaciertos de su presidencia, y ahora vuelve a ocurrir con Joe Biden: la base demócrata se movilizó para evitar la marea roja que se había vaticinado.

Guatemala, por el contrario, no ha construido un sistema estable de partidos políticos, lo que es sin duda, una de las más serias deficiencias que padece el Estado de Guatemala: esa volatilidad y falta de arraigo partidario es la que impide una continuidad de las políticas públicas, debido a que no hay posibilidad de proyectos partidarios que permanezcan con el paso del tiempo: ningún partido político ha logrado mantenerse en el poder de forma consecutiva en Guatemala desde 1985 a la fecha, lo que impide estructurar acciones de largo plazo debido a que no existenpolíticas de Estado, sino sólo políticas de gobierno. La moraleja es que la democracia, como sistema de gobierno,  parece estar en su peor momento, tal como dijo Platón hace muchos años: “Cuando una multitud ejerce la autoridad, es más cruel aún que los tiranos”.