GANAR LA RECTORÍA, PERDER LA USAC

Luis Fernando Mack

“La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”. José Saramago

El reloj sigue corriendo inexorablemente, y la Universidad de San Carlos sigue en la senda que eligieron sus principales protagonistas: la del enfrentamiento irremediable que se produce cuando existen dos bandos que no quieren ceder en sus posiciones. Dos meses después de los alegatos sobre el avance estructurado de una gran conspiración para llevar a Walter Mazariegos a la rectoría, las posiciones de ambos bandos siguen intactas: por una parte, la máxima autoridad de la USAC, representada por el Consejo Superior Universitario, de forma mayoritaria sigue acuerpando al ahora nuevo rector de facto; por su parte, muchas unidades académicas, centros regionales, colegios profesionales y asociaciones estudiantiles, así como una parte importante de los trabajadores y administrativos, siguen en la línea de la resistencia y el boicot, empezando por la ocupación de las principales instalaciones de la Universidad.

A pesar de que el movimiento de resistencia cuenta con notables apoyos internos y externos, la actitud de las autoridades de la USAC sigue inalterable: en un hecho sui generis, Walter Mazariegos asumió en el total aislamiento, escondido, apertrechado solamente por los más allegados e incondicionales, quienes favorecieron una toma de posesión que parece carecer de toda legitimidad. Como premio a la lealtad, el nuevo rector de facto inmediatamente empezó el proceso de nombrar a sus más fieles seguidores en puestos clave, con lo cual se mantiene la lógica que todos los antecesores han seguido: el lento proceso de cooptación que ocurre cuando llega un nuevo ocupante a la rectoría.

El recuento del proceso parece señalar a Mazariegos y su grupo como el gran ganador, debido a que el tiempo y la estructura legal e institucional está a su favor. Los opositores tienen en contra el tiempo, que ahora que empezó el nuevo semestre, se empieza a sentir como la maquinaria legal-administrativa empieza a funcionar, ahogando poco a poco cualquier intento de resistencia. Por un lado, están los estudiantes, quienes tienen ante sí un gran dilema: apoyar la resistencia puede significar perder un valioso tiempo en su proceso de graduación, especialmente si no se tiene claro el panorama de cuando podría haber un desenlace del conflicto. Los profesores titulares y personal administrativo, por su parte, corren el riesgo de recibir sanciones administrativas y legales, lo cual puede afectarles en uno de los aspectos que a todo trabajador le duele: su patrimonio.

El pronóstico para la resistencia, por lo tanto, es sombrío: ante la inflexible postura de las nuevas autoridades, el panorama es desolador: a menos que se encuentre una forma más inteligente de resistencia, el actual movimiento en contra de lo que se califica como el mayor fraude en la historia de la USAC, terminará cediendo a la presión del tiempo y las circunstancias: es imposible mantener una resistencia de esa magnitud, por un tiempo indefinido.

El balance del conflicto pareciera dar como ganador a Walter Mazariegos; una visión más cercana, sin embargo, demostraría que aquí no hay un ganador absoluto, solamente una larga lista de perdedores: nunca antes en la historia de la USAC, el cuestionamiento a la actitud de las autoridades había escalado a tal magnitud, desprestigio que indudablemente se agranda conforme pasa el tiempo. Quizá los historiadores en el futuro colocarán lo sucedido en estos meses como el parteaguas en el declive de la Universidad pública en Guatemala, abriendo entonces la posibilidad de que actores externos aprovechen esa decadencia como excusa para intervenir con mayor fuerza a la USAC, haciéndola una institución servil a quienes detentan el poder. Parafraseando una famosa canción de Franco de Vita: “Te veo venir, decadencia para la USAC”