EN LA PELIGROSA SENDA NICARAGÚENSE

Luis Felipe Linares López

La captura del periodista José Rubén Zamora Marroquín es un avance más en la peligrosa senda por la que transita Guatemala, muy parecida a la seguida por Nicaragua. A partir de las protestas de 2018 Daniel Ortega se quitó la careta y sacó a lucir las garras de cleptodictador, dando otro gran zarpazo con motivo de las elecciones de noviembre de 2021.  En marzo de este año escribí para “Crónica” un artículo sobre Nicaragua titulado “Hay que mirarse en ese espejo”.  Con hechos como los que afectan a José Rubén Zamora y a El Periódico, con quienes me solidarizo plenamente, esto es cada vez más necesario.

Ortega eliminó a los candidatos con mayores posibilidades de triunfo acusándolos de lavado de dinero y de ser agentes externos que atentan contra la soberanía nacional.  Tribunales carentes de la mínima credibilidad, sometidos a la dictadura, sentenciaron a los acusados en procesos viciados.  Similares sindicaciones llevaron a la cancelación de gran número de organizaciones de todo tipo (en junio se implantó el récord de 96 en un mes), entre ellas universidades, centros de investigación, organizaciones de derechos humanos y la Academia Nicaragüense de la Lengua. Llegando al extremo de expulsar a las hermanas Misioneras de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa.

El asesinato del ilustre periodista Pedro Joaquín Chamorro, fundador del casi centenario Diario La Prensa, fue el detonante para que prácticamente toda Nicaragua se uniera en contra de la dictadura de Somoza, facilitando el triunfo sandinista, gracias al cual Ortega se convirtió en una figura determinante de la política de Nicaragua.  Y hace unos días el personal de La Prensa trabaja desde el exilio, pues en caso contrario también estarían preso, acusado de delitos similares a los que endilgan a José Rubén Zamora. 

Los profesores Levitsky y Ziblatt en “Cómo mueren las democracias”, premiado en 2018 como libro del año por el New York Times, identifican cuatro indicadores clave de un comportamiento autoritario: rechazo o débil aceptación de las reglas democráticas; negación de la legitimidad de los adversarios políticos; tolerancia o fomento de la violencia; y predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación.  Es evidente que en Guatemala esos indicadores dan suficientes señales de alerta. Parte fundamental de las reglas democráticas es un sistema de justicia independiente. En Nicaragua de manera descarada y aquí de forma cada vez más evidente, la justicia está subordinada a otros poderes, y se busca neutralizar y desprestigiar a un medio de prensa crítico e independiente, acusando a su director y amedrentando a su personal, a lo que anteceden otros hechos como el bloqueo de Vea Canal.

Como bien señala el comunicado de la Conferencia Episcopal de Guatemala, con acciones como las emprendidas contra Zamora se ataca de facto la libertad de prensa y se genera un ambiente de zozobra y miedo en los medios de comunicación. Sobre el valor inconmensurable de la libertad de prensa cita una frase de Winston Churchill: “prefiero los desmanes de la prensa al control de la prensa”, a lo que cabe agregar otra de un convencido demócrata, Thomas Jefferson, “prefiero prensa sin gobierno que gobierno sin prensa”.

A partir de inicios del siglo XX, durante las dictaduras de Estrada Cabrera y Ubico, en la época de la democracia de fachada de los gobiernos militares o con el serranazo, nuestra historia está repleta de episodios donde se suprimieron, a menudo de manera sangrienta, las libertades de expresión y de prensa.  Todos los convencidos de que la democracia es la mejor forma de dirimir las diferencias y de encontrar acuerdos, debemos alzar nuestra voz, para impedir que sigamos caminando en la senda de Nicaragua.