EL MIEDO A LA EMANCIPACIÓN

Luis Fernando Mack

“El hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone (socialmente) ha de desear” Erick Fromm

En los últimos días he reflexionado mucho sobre uno de los trabajos que mas me ha impactado en mi etapa formativa de la Universidad; me refiero a la obra del Miedo a la Libertad, de Erick Fromm, obra magistral del pensamiento social que aunque fue elaborado desde un enfoque sicológico, realmente tiene tremenda aplicación para el análisis sociológico: es la ventaja de la sociología, que puede aprovechar las perspectivas de cualquier ciencia para la comprensión de los fenómenos sociales.

El argumento central de la obra de Fromm es apasionante: el ser humano, como ningún otro ser viviente en la faz de la tierra, necesita construir y justificar su existencia, de manera que es en la cotidianidad donde debe ir dándole sentido y orientación a sus actos. Desde esa perspectiva, el ser humano nació libre para construir su propio destino; sin embargo, la libertad es incierta, es caótica, no brinda la seguridad de lo establecido, además de que encierra la peligrosa posibilidad del fracaso, por lo que en la práctica, la mayor parte de los seres humanos renuncian a su libertad, para buscar afanosamente quién les dicte las reglas y pautas que guíen su actuar. Como bien dijo el propio Fromm: «La mayoría de la gente muere antes de nacer. La creatividad significa nacer antes de morir» Erich Fromm

Estas reflexiones las aplico en primer lugar, a mi experiencia personal: que he pasado los últimos 20 años intentando descubrir quién soy, que me caracteriza como persona, que sentido y orientación debo darle a mi existencia diaria, aspecto que ha sido un arduo aprendizaje: en los últimos años, he pasado por dos fracasos amorosos, y aunque al principio pensaba que la única forma de superar el fracaso en el amor era buscar uno nuevo –el famoso principio de que un clavo saca otro-, en la actualidad estoy aprendiendo a vivir conmigo mismo, por lo que he empezado a apreciar el valor de la libertad. Cada día me levanto con la consigna de encontrar mi propio camino, algo que al principio era aterrador, pero con el tiempo, he aprendido a estar conmigo mismo, apreciando la gran fuente de inspiración que representa el silencio y la soledad.

En mi tarea de analista político y social, también aprecio que las ideas de Fromm también se aplican a la construcción de la democracia: muchos actores sociales en la actualidad se rehúsan decididamente a aprender de los errores del pasado, por lo que frente a la necesidad de generar la tan ansiada unidad política que lleve a un cambio de rumbo electoral, siguen tercamente en la idea de permanecer solos en la búsqueda de afianzarse políticamente. El miedo al fracaso, por supuesto, es lo que los impulsa a permanecer en el camino que ya conocen. El argumento sería que es mejor lo viejo conocido, que en este caso es obtener un par de representantes y mantener el caudal electoral que ya se conoce, a arriesgarse a una posible alianza política que pueda exponerlos a perder lo poco que tienen, en favor de una coalición que a lo mejor cuando ya este conformada, no cumpla con los acuerdos pactados. La innovación, claramente, es un riesgo, porque nos conduce por caminos que no podemos anticipar. El miedo a la libertad, a la creatividad.

El proceso de elección del rector de la Universidad de San Carlos, sin embargo, vuelve a emerger como un digno ejemplo de lo que podría ocurrir si perdiéramos ese miedo a innovar: cuando Jordán Rodas se lanzó al proceso electoral, lo hizo de forma tardía, y con aparentemente mucho menos recursos y posibilidades que el resto de los candidatos. Si Rodas hubiera hecho caso a ese pronostico fatalista, seguro se hubiera abstenido de arriesgarse: a nadie le gusta perder, sin duda, especialmente alguien como él, que viene de ser una figura protagonista del escenario nacional.  El resultado parcial que se conoce en la actualidad, sin embargo, deja a Jordán Rodas con un empate con el candidato considerado más fuerte, lo cual es sin duda una tremenda lección de cambio: Rodas supo movilizar la esperanza de cambio de los actores universitarios, y el resultado es sorprendente.

El cambio de Guatemala pasa entonces por atreverse a pensar una sociedad diferente a la que tenemos, lo que implica que tenemos que abandonar nuestros viejos esquemas de pensamiento y acción. Solo el que se arriesga a innovar y a desarrollar alternativas para los que no hay ninguna seguridad de triunfo, es quien puede pensar en algún día alcanzar su cometido. Como bien dijo el poeta Antonio Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.