“Desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la instauración de la democracia, el demagogo es la figura típica del jefe político en Occidente” Max Weber.
Uno de los temas más discutidos en la teoría política es la relación que existe entre la ética y la política, y aunque existe en la cotidianeidad una añoranza de que es posible realizar la completa compatibilidad entra ambas esferas, en realidad el estudio de los pensadores clásicos como Platón, Nicolas Maquiavelo o Max Weber, por mencionar solo algunos de los más relevantes.
Platón, por ejemplo, expresa sus preocupaciones morales en el diálogo “Georgias”, obra que gira en torno a la reflexión sobre cómo la habilidad en el uso de la palabra -la retórica- puede llevar a excesos tales como la demagogia y la persecución de fines perversos; al final del diálogo, hay una exhortación a que en la actividad política, siempre se debe buscar el bien, con la máxima que es mejor que se cometa una injusticia en contra de uno, que cometer una injusticia. Platón, por lo tanto, sigue pensando en la posibilidad de una actividad política que sea completamente ética.
Por el contrario, en la frase atribuida a Maquiavelo sobre que “el fin justifica los medios” existe la conciencia de que quizá, esta visión ética de la política no es del todo cierta: en la famosa frase, se quiere afirmar que se en busca de alcanzar objetivos nobles, es viable mentir, engañar, o incluso cometer cualquier otra atrocidad, si la meta así lo amerita. Un cuidadoso análisis de la obra de Maquiavelo demostraría que en realidad, él nunca escribió literalmente esa frase, aunque por supuesto, tales palabras quizá si sean la síntesis de muchos de los consejos que Maquiavelo había escrito originalmente pensando en fortalecer el gobierno de los Medici al frente de Florencia, su tierra natal. Maquiavelo, por tanto, quería evitar que una actitud completamente ética y acorde a valores morales excelsos pudiera debilitar a su ciudad natal, frente a los poderosos y turbulentos vecinos con los que tenía que convivir.
El gran aporte de Maquiavelo, por lo tanto, es que demostró que la ética y la política son dos esferas independientes: Benedetto Croce, por ejemplo, afirma que fue Maquiavelo el primero en argumentar que existe una separación entre la política y la moral, lo cual no significa que no haya posibilidad de acercar ambas esferas. Posteriormente, muchos años después, Weber habló de los dos tipos de ética: la ética de la responsabilidad, que básicamente se enfoca en el norte estratégico que se persigue, con lo cual los valores éticos se adecuan a las circunstancias del momento, y la ética de la convicción, que sostiene que los valores éticos son inmutables en cualquier contexto.
Lamentablemente, la experiencia demuestra que cuando se actúa bajo la ética de la convicción, el camino político es efímero, ya que lo más probable es que dicha opción sea superada por cualquier otra que emplee estrategias más acordes a la realidad: recordemos que la política está relacionada al tema del poder y su correlación, por lo que a veces, es necesario pactar con quienes en algún momento han sido los adversarios, si aparece en el escenario un tercer contendiente que pueda ser el enemigo común de los otrora contendientes. El mejor ejemplo para entender esta situación es la reciente alianza entre Alejandro Giammattei y Sandra Torres, los supuestos enemigos acérrimos en la campaña 2019: lo que los impulsa es la necesidad de consolidar sus respectivos proyectos políticos en una época en la que ambos perciben en el del discurso anticorrupción una amenaza para sus objetivos políticos, por lo que su alianza simplemente busca neutralizar cualquier intento de transformar la matriz política que ha caracterizado a Guatemala en los últimos años.
La ética de la responsabilidad que menciona Weber, por lo tanto, es el intento de introducir una cierta coherencia a la actividad política, de manera que no sea la desencarnada “el fin justifica los medios”, ni la ingenua afirmación sobre que los principios morales son incuestionables. Desde esa perspectiva, el llamado es a mantener cierta flexibilidad política, pero sin transgredir ciertos parámetros éticos básicos: la coherencia en la política es una virtud.