Hoy, la falta de hospitales públicos con capacidad de brindar un buen servicio médico, se siente con mayor impacto. Y es que el COVID-19 no discrimina clases sociales, sexo, raza ni religión. Esta enfermedad nos recuerda que todos los seres humanos somos iguales, todos somos propensos a contagiarnos.
La falta de atención en los servicios de salud y la carencia de insumos, espacios adecuados e intensivos para el tratamiento, causa temor e indignación. Enfurece recordar que por años fueron vaciadas las arcas del Estado por algunos funcionarios cacos, políticos marrulleros y empresarios alagartados, quienes se hicieron ricos a costillas del pago de nuestros impuestos. Es probable que actualmente, los chapines no estuviéramos en el dilema entre salir a chambear para ganar el pan del día o cerrar el negocio y perder pisto y petatearnos solos en un hospital público.
Otro gallo cantaría, si en su momento la Contraloría General de Cuentas, institución encargada de vigilar que nuestros impuestos fueran correctamente invertidos; así como que los sospechosos amigos de lo ajeno, hubiesen sido investigados, perseguidos, y acusados de bombearse el pisto público, hasta ser castigados ejemplarmente.
Ese tipo de personajes se cantarían del miedo con solo pensar en la justicia, absteniéndose de cometer actos chuecos de corrupción, pues estarían seguros de que un juez capaz, honesto, con pantalones bien puestos y objetivo les daría su merecido. Les impediría comprar su inocencia o inmunidad. Por esta razón y por otras más, es importante que los diputados designen a magistrados que no deban favores, que sean rectos y valientes para castigar a quienes lo merecen.
Por lo tanto, otro gallo debe de cantar para que no se repita esta mala experiencia que dejó la corrupción. Exijamos a los diputados que representen nuestros intereses, y busquen el bien común, que para eso votamos por ellos. ¿Cómo lo podemos hacer? Con lo que tengamos al alcance; los chapines somos chispudos reclamar el cumplimiento de las promesas de campaña.
¡A moverse! No podemos, ni debemos quedarnos congelados; que no quede en nosotros el recuerdo de no haber intentado nada para cambiar la historia de corrupción e impunidad, que hoy nos tiene a todos cantando del miedo.