Llegamos a 105 días de “Quédate en casa”. Tiempo excesivamente largo para Guatemala. Más que la Cuaresma. Con un Gobierno con recursos sumamente limitados, ineficiente para ejecutar, y una economía basada en el empleo informal, ya sea asalariado o por cuenta propia, con la mitad de la población en pobreza y un alto porcentaje de familias – una de cada cuatro – en condiciones de subsistencia e infrasubsistencia.
En la Unión Europea iniciaron el confinamiento casi al mismo tiempo que nosotros. A pesar de la capacidad fiscal de sus gobiernos y sus casi generalizados sistemas de protección social, enfrentan el desconfinamiento con enorme incertidumbre y pérdida de empleo.
El presidente del CACIF planteó (Prensa Libre, 26/junio) que debe evaluarse la apertura de los sectores restringidos, como los centros comerciales, con condiciones estrictas y de forma paulatina. Los llamados de las cámaras, son señaladas de que solamente piensan en sus negocios. Pero es indudable que las empresas no representadas en las cámaras – la inmensa mayoría de las micro y pequeñas empresas– son las más afectadas. Mientras más pequeña, menor su capacidad de resistencia.
Hay que ponerse en los zapatos del otro. A Dios gracias, en lo personal, mis ingresos no han sufrido merma, pues las actividades del centro de investigación donde laboro se prestan para el trabajo a distancia. Los empleados públicos, trabajen o no, reciben puntualmente sus cheques. Igual sucede a todos aquellos que pueden trabajar a distancia.
Pero estos son una minoría. Pienso en muchísimas personas que conozco, de todos los niveles, desde profesionales que ejercen de manera liberal, incluso médicos, hasta trabajadores no calificados. Muchos pueden soportar algún tiempo sin ingresos, pero van acumulando deudas por todo tipo de gastos. Muchos colegios ya tienen dificultades para pagar a sus maestros, por el retraso en las colegiaturas.
Están los trabajadores del transporte de pasajeros, de la construcción. De los negocio que dependen de la atención de público. Hoteles, restaurantes, comedores, y tantos más trabajadores por cuenta propia. Muchos de ellos son arrendatarios de vivienda o la pagan a plazos.
El presidente de CACIF señala que no es lógico mantener cerrados los centros comerciales y que funcionen los mercados donde no hay controles efectivos, lo que comparto. Pero cerrarlos afecta a decenas de miles de familias, incluyendo a los pequeños productores agrícolas para quienes los mercados son el eslabón final de la cadena. Hay que ponerlos bajo control. No queda de otra.
Tiene entonces que buscarse un balance entre salud y economía. Cada día que pasa es más imperativo. Pienso que el Gobierno adelantó las medidas de restricción. Cuando ya no tenemos aire para estar bajo de agua, todavía no podemos asomar la cabeza. Si la salud exige mantener restricciones, el Gobierno debe ponerse a hacer cuentas. Para apoyar a trabajadores por cuenta propia, asalariados formales e informales y a microempresarios. Reorientar los fondos. De qué le sirve a un microempresario que haya un fondo para capital de trabajo si no puede trabajar. Terminará comiéndose el préstamo. Y, si es preciso, solicitar más recursos, pero utilizados de manera racional, transparente y ágil. El tiempo se agota.
Luis F. Linares López