LA TRAGEDIA DEL NARANJO

Luis Fernando Mack

“El problema aquí fue que un embalse aguas arriba provocó que viniera bastante agua provocando esa tragedia”

Guatemala puede ser equiparada con una eterna obra trágica, ya que de forma periódica nos enteramos de problemas y desastres que están muy lejos de ser resueltos, o al menos, mitigados, tal como nos ha demostrado esta temporada de lluvias: pese a que ha sido bastante menos copiosa que la del año pasado, ya ha dejado una secuela de destrucción y muerte: el nuevo colapso de vías en Villa Nueva, la destrucción lenta pero constante de viviendas que caen al vacío, al ser socavadas sus bases por el desborde del río, entre otros muchos incidentes que han ocurrido en el transcurso de este año. Lamentablemente, es seguro que tales incidentes seguirán ocurriendo en el futuro, con sus consecuencias colaterales en vidas y costos materiales perdidos, proceso que seguirá hasta que no erradiquemos las causas profundas que las provocan: una mezcla explosiva de pobreza y falta de oportunidades, de desidia institucional y política, y de una sociedad que muy pronto olvida las tragedias y de enfoca en cualquier otro tema coyuntural, sin tener adecuada memoria ni real interés por discutir las alternativas a futuro que resuelvan o al menos mitiguen la problemática.

El último de esos episodios trágicos fue la tragedia del asentamiento “Dios es Fiel”: nombre paradójico para una comunidad abandonada por su propia sociedad. De hecho, muchos de nosotros hemos pasado por el puente el naranjo, y jamás hubiéramos imaginado que bajo esta importante vía pública, existía una comunidad que pese a que está tan cerca de todo, probablemente está muy lejos de cualquier posibilidad de obtener una vida digna, tal como lo demostró la copiosa lluvia que cayó el domingo 24 de septiembre: una correntada de agua desbordada cobró al vida de 20 guatemaltecos, víctimas de un sistema que simplemente se olvidó de ellos.

Aunque cada vida perdida podría representar la historia de anhelos y esperanzas de cada caso en particular, se conoció la historia de una de las víctimas: Josefina Escalante, la joven que estudiaba en la Universidad, probablemente soñando salir de ese asentamiento para forjarse un futuro mejor. Según los relatos, ya había alquilado una vivienda más arriba del lugar donde vivía la noche del percance, pero la tragedia la alcanzó antes de cumplir sus sueños y proyectos: un pequeño ejemplo de cómo esta sociedad es experta en destruir sueños, sin importar cuanto esfuerzo o ilusión se inviertan, en un momento los sueños y esfuerzos pueden terminar en nada. La construcción indiscriminada de viviendas y construcciones sin tener el mínimo consenso sobre los riesgos de los lugares donde se construye es consecuencia de la desidia gubernamental, que nunca ha desarrollado políticas de ordenamiento territorial ni de mitigación del riesgo a desastres, pese a que tiene amplia evidencia que este es un problema impostergable.

El análisis inicial de las autoridades apuntan a otro problema irresuelto: el manejo de desechos sólidos, ya que la sociedad se ha acostumbrado a disponer de forma irresponsable y desordenada de todos los materiales que se van descartando en el día a día: no existe ni siquiera una política para clasificar o siquiera procesar o reutilizar materiales, y tales tareas las realizan de forma inhumana un ejercito de guatemaltecos completamente olvidados, los coloquialmente guajeros, que por ejemplo, en mal llamado “relleno sanitario” se calculan en más de 1500 personas que diariamente se sumergen en los miles de metros cúbicos de basura, intentando rescatar materiales utilizables. Un reportaje de la Prensa Hondureña calcula que más de 10,000 personas viven en los alrededores de los ríos las Vacas y Chinautla, que son los más contaminados de la ciudad. La hipótesis es que la tragedia fue causada por la mala práctica de los vecinos de colonias y áreas aledañas, quienes probablemente tiraron desechos sólidos a la cuenca del río que construyó un dique que finalmente alteró el flujo del agua, con las trágicas consecuencias que ahora se conocen.

Guatemala ha sido largamente construida sobre esos cimientos endebles, producto de la desidia gubernamental, más preocupada en sus propios beneficios más que en abordar los problemas reales de la sociedad, y de una ciudadanía que ante al falta de previsión política, simplemente hace lo que puede en una tendencia a seguir la lógica del “sálvese quién pueda”. Con este antecedente, estamos muy lejos de detener esta espiral sistemática de tragedias y conflictos que de forma periódica, nos toca contemplar de forma estoica. Ya mañana veremos que otra mala noticia nos entretiene.