LA HORA DE LA VERDAD

Luis Fernando Mack

“Estamos a punto de empezar un nuevo capítulo en la historia de Guatemala. Este domingo en el Parque Central, no solo asumo un cargo, sino también el compromiso de trabajar por y para cada uno de ustedes”. Bernardo Arévalo.

Luego de meses de incertidumbre y tensión, el 14 de enero está a la vuelta de la esquina. Los meses, semanas y días pasados han sido tan intensos y complejos, que seguramente han sido un calvario para la mayoría de los ciudadanos de este país: las preguntas y especulaciones han sido muchas y muy variadas, y las emociones ligadas a tales eventos seguramente habrán causado mucha inquietud. Pero la buena noticia es que, pese a ese clima de incertidumbre y de crisis, este capítulo de la historia de Guatemala está a punto de llegar a su fin. Lamentablemente, tal como inició la crisis, así parece que terminará, ya que los protagonistas de la obra han permanecidos fieles a sus guiones y roles: un gobierno prometiendo una “nueva primavera”, y un conjunto de actores políticos y judiciales empeñados en encontrar las manchas y fallos que permitan derribar esta incipiente esperanza. En medio, una comunidad internacional particularmente comprometida con la transición guatemalteca, y una sociedad civil movilizada que se ha comprometido como nunca a garantizar la transición de mando.

Lo bueno de todo este proceso es que la sociedad guatemalteca seguro no será la misma después de que finalice esta etapa de transición: los actores sociales y políticos hoy saben mucho más sobre las causas profundas que originaron la crisis, y seguro este conocimiento tarde o temprano llevará a un consenso social y político para encaminarnos hacia un proceso de cambio real. La crisis ha sido tan profunda y compleja, que prácticamente ha destruido toda la confianza ciudadana en el sistema legal e institucional vigente, por lo que la hora de la transformación del sistema está más cerca que nunca.

La orientación de ese cambio, sin embargo, está por verse. La amenaza golpista sigue vigente, aún a pesar de todo lo que la movilización ciudadana y la comunidad internacional ha hecho hasta la fecha, por lo que la incertidumbre se extenderá seguramente hasta el mismo día de la transición; incluso, si el binomio presidencial asume sus cargos, la amenaza judicial y política seguirá vigente, al menos hasta que los actores judiciales que han protagonizado la crisis sean destituidos o haya finalizado su mandato, lo que ocurra primero. El otro escenario, sin embargo, sigue siendo factible, aunque a estas alturas, poco probable: El compromiso declarado y contundente del gobierno de Estados Unidos y del resto de actores de la comunidad internacional, así como la permanente movilización de los pueblos originarios, garantizan un cierto nivel de certeza que podría ser suficiente para permitir la toma de posesión del nuevo gobierno.

Independientemente de cómo finaliza este intenso capítulo de la historia de Guatemala, la posteridad recordará estos meses como el parteaguas que favoreció la transformación de la sociedad, ya sea para bien o para mal. Si triunfa la amenaza golpista, tendremos meses muy complejos que auguran un cierre de espacios democráticos y una rampante crisis económica, derivada de las duras sanciones económicas que seguro vendrán; si, por el contrario, asume Bernardo Arévalo y su equipo, estaremos en la primera fila de la historia para presenciar la forma en que un gobierno enfrenta la promesa de cambio. Seguro que habrá errores y amenazas, pero es claro que el clima político deberá ser diferente: tendremos por primera vez un gobierno con la más alta preparación académica de la historia reciente de Guatemala, tal como ya se percibe con la designación del gabinete de Gobierno; está por verse si este aspecto es suficiente para mantener la orientación de cambio que esta sociedad anhela con tanta vehemencia.