LA HORA DE LA SOCIEDAD CIVIL ORGANIZADA

Luis Fernando Mack

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” Eduardo Galeano.

Se ha dicho hasta la saciedad: el año 2023 es crucial, debido a los intereses y proyectos que están en juego: la posibilidad de empezar la verdadera transformación de la sociedad, ese anhelo que tantas veces hemos repetido en cada evento al que hemos asistido, o la posibilidad de que tengamos otros cuatro años perdidos, en cuanto a sueños y avances reales de este país que queremos tanto, pero que nos niega la posibilidad de encontrar el camino hacia la transformación.

En este año electoral, se multiplican las preocupaciones y las amenazas, especialmente porque los partidos “progresistas”, con un discurso pobre y unas razones aún más pobres, se negaron rotundamente a articular un gran frente para enfrentar al pacto de corruptos. La historia juzgará severamente a esos liderazgos que, amparados en sus propios intereses, y no en los intereses de la ciudadanía, se negaron a articular una gran coalición que favoreciera la sinergia. El momento histórico y la oportunidad se cerró, ahora tendremos que discernir cual de todas esas opciones es la más viable y coherente, y en este proceso, cada quién hará su propia valoración. Al final, la fuerza de cambio se dividirá en 4 pedazos, haciéndole juego a quienes no quieren un cambio.

En un encuentro regional reciente, la pregunta que hacían los participantes era sobre que alternativa real tenemos frente a esta dispersión de las opciones de cambio. La respuesta está en la misma sociedad civil: si los partidos políticos no lograron articularse, mostrando su miopía que los mueve, la sociedad civil debe asumir el reto de alcanzar acuerdos y estrategias de sinergia que articule los esfuerzos para deliberar de forma consciente y sistemática en torno a estrategias para generar sinergias, para promover articulaciones de las organizaciones del ámbito local, regional y nacional, de manera que encontremos los puntos en común, y las estrategias que permitan articular acciones y estrategias, de cara a una movilización de las visiones que permitan superar el marcado pesimismo que ya algunos analistas, están desplegando de forma sistemática: la idea de estos seudo analistas es que el proceso electoral ya está perdido. Craso error de percepción: si la idea del fracaso la propagamos por doquier, lo que los sociólogos llaman “profecía autocumplida” finalmente se estabilizará en la idea: los ciudadanos acudirán a las urnas con pocas esperanzas, y por lo tanto, probablemente caerán en el error de votar por desesperanza, por interés, odio o por el menos peor: cualquier razón, menos la esperanza de un cambio verdadero.

Hay que rebatir a estos analistas del desastre: cuando los ciudadanos creen y persiguen sueños, la posibilidad de cambio se multiplican por doquier: Brasil, Honduras, Chile, Colombia, Perú, México, son ejemplos palpables de cuando la ciudadanía se empodera, produce cambios, y lo hace de forma memorable, aunque luego estos mismos proyectos entren en fases críticas, por el embate de lo factores del poder que siguen vigilantes los procesos, para favorecer la regresión hacia el mantenimiento de esos intereses corporativos y excluyentes que siempre nos han caracterizado.

La hipótesis que tenemos es clara: el año 2023 probablemente será el parteaguas político de nuestro país, donde veremos un antes y un después. Los dados aún están en el aire, dar por perdido el proceso electoral no le hace bien a nadie, excepto a quienes actualmente detentan el poder. Promover la esperanza de cambio es lo único responsable que nos queda: pero no una esperanza basada en la nada, sino en la estrategia de articular acciones y promover sinergias que permitan promover una gran estrategia política de cambio.

Como dice Galeano, el cambio depende de acciones pequeñas, de personas pequeñas, que se han empoderado en algún momento.