LA CRISIS POLÍTICA, EN PAUSA.

Luis Fernando Mack

“La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos”. – Parménides de Elea

El mes de octubre prácticamente se ha ido, con la esperanza de muchos de que la gran movilización ciudadana liderada por las autoridades ancestrales de los pueblos originarios ha logrado lo que muchos han soñado por décadas: demostrar un poder y una articulación política que ha hecho retroceder o detener momentáneamente la amenaza golpista. Justo por ello, llevamos algunas semanas de silencio por parte de los funcionarios cuestionados, al punto que muchos se preguntan donde se encuentra Consuelo Porras, ya que parece que ya no vive en donde habitualmente reside. Probablemente, la sola movilización ciudadana no ha sido suficiente; el hecho de que se haya renovado la presión diplomática, incluyendo la visita del Brian Nichols, subsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental y la acción de la comisión de la OEA que ha mediado en la crisis actual, al mando del exministro de defensa uruguayo, Luis Rosadilla.

Gracias a estos factores de mediación, probablemente se logró una readecuación de la estrategia de movilización, con lo que los últimos días la ciudadanía y el sector empresarial ha tenido un respiro, gracias a que se decidió suspender la mayoría de cortes de carretera, aunque la principal protesta frente al MP se mantiene de forma ininterrumpida, además de que se entiende que los movimientos sociales siguen en la línea de vigilar las condiciones políticas del país. De la misma forma, se discute en estos días otra medida de protección: la posible extensión del período electoral hasta el 14 de enero del siguiente año, decisión que depende exclusivamente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), con lo se blindaría legalmente el proceso de transición, dada las resoluciones vigentes de la Corte de Constitucionalidad (CC), quién ya expresó que no se puede cancelar la personería jurídica de un partido en época electoral. Esta combinación de factores permiten la relativa calma que se respira en estos días, lo que favorece que ya existan voces que piensen que lo peor de la crisis ya ha pasado.

Un de los signo de cambio destacado es la entrevista concedida a un medio de comunicación de uno de los magistrado de la CC, quién ha expresado que no hay ninguna posibilidad de que se altere el resultado electoral, declaración que es interpretada por algunos como una muestra fehaciente de que toda la presión ciudadana, política y diplomática ha convencido a los actores que provocaron la crisis, de que deben replegarse, con lo que se ve una luz al final del túnel: quizá sea tiempo de que el nuevo gobierno electo empiece a pensar su estrategia de gobierno, aunque ya se sabe que no tendrá todas las condiciones políticas para gobernar: el proceso de aprobación del presupuesto 2024 ha demostrado una vez más que los obstáculos que tendrá el partido semilla para gobernar serán muchos.

Pese a estos signos de esperanza, hay que seguir atentos: los sectores que diseñaron esta amenaza política tienen el tiempo a su favor, ya que todavía dominan todas las instancias judiciales y políticas actuales, con lo que es seguro que seguirán buscando formas más sutiles de condicionar, provocar y atacar al nuevo gobierno, así como al liderazgo ciudadano que ha dado la cara en esta crisis política. Desde esa perspectiva, pueden volver al esquema anterior: replegarse, esperar, y asestar otro golpe cuando nadie se lo espere. Recordemos que la estrategia de estos sectores es la guerra sicológica: un escenario de convivencia con el enemigo que se articula para librarse en el largo plazo: el que todos los funcionarios cuestionados sigan en su puesto significa que tienen aún todo el poder y la capacidad de amenazar el proceso cuando les plazca, aún cuando las palabras conciliadoras del magistrado de la CC diga lo contrario. En la hora de la verdad, seguro que habrá alguna forma de atentar políticamente contra el proceso, buscando alguna argucia legal o institucional que lo permita, tal como ya hicieron cuando se diseñaron las primeras acciones en los primeros días de julio. El camino de la transformación, por lo tanto, sigue siendo tan complejo y difícil como siempre, y lo peor que podemos hacer es confiarnos en que ya hemos triunfado: eso es justamente lo que esperan los enemigos de la democracia.