GUATEMALA: UNA AUTOCRACIA ELECTORAL

Luis Fernando Mack

Las autocracias electorales caracterizan a los países que “tienen que simular un sistema político acorde a lo que se solicita en los organismos internacionales” María Pascual (Newtral)

El último informe de V-Dem del 2023, el cual recopila los datos sobre las diversas democracias en el mundo, reporta que en estos últimos años, hay una tendencia sostenida hacia el autoritarismo que se consolidad por la vía electoral (la autocracia electoral). De esa cuenta, el informe reporta que “el 72 % de la población mundial vive en autocracias, frente al 46 % de 2012, y que, por primera vez en dos décadas, hay más autocracias cerradas que democracias liberales”, lo cual representa un claro retroceso para las aspiraciones de muchos ciudadanos alrededor del mundo.

En concreto, el informe señala que los retrocesos se concentran especialmente en ocho países, todos ellos ubicados en el continente americano: Brasil, Chile, Guatemala, Haití, Nicaragua, Uruguay, Venezuela y El Salvador. En particular, se señala que el retroceso en Guatemala se debe “a los ataques al sistema judicial y a que se han socavado las investigaciones de casos de corrupción” (Swissinfo). Nótese que en éste caso, V-Dem todavía no tenía acceso a lo que está ocurriendo en el proceso electoral actual, en donde el sistema legal e institucional del país está negando la participación de varios contendientes por la vía judicial, aspecto que indudablemente contribuirá a la profundización de esta tendencia hacia la autocracia electoral que ya ha señalado V-Dem.

El informe es relevante porque en los últimos tres años, Guatemala pasó de ser una democracia electoral (la categoría previa a considerarse una democracia liberal consolidada), a ser considerada una autocracia electoral, aspecto que es relevante porque el retroceso reportado por los expertos que elaboran dicho informe, coincide plenamente con la llegada de Alejandro Giammattei, quién puede ser señalado como el responsable directo de éste retroceso: la definición de autocracia, de hecho, se define como:  un “gobierno autocrático es aquel donde una sola persona tiene el poder absoluto de hacer y cambiar la ley a su voluntad sin que sus decisiones puedan ser discutidas de ninguna manera.” (Diccionario de Ciencia Política). Cualquier parecido con Alejandro Giammattei, no es pura coincidencia.

Como bien ha escrito recientemente Carlos Mendoza, un destacado analista político nacional, la democracia que soñamos siempre se está volviendo nuestra peor pesadilla, gracias a los sectores que han llegado al poder con las ansias de perpetuar sus intereses y consolidar su dominio político. Cabe resaltar que este impulso anti-democrático es un reconocimiento al pánico que las élites políticas de Guatemala han sentido desde siempre hacia la movilización popular, aspecto que ha sido una constante desde las gestas de independencia: los historiadores han reconocido que esa transición pacífica que ocurrió cuando el imperio español fue desplazado del poder en Guatemala, fue producto de un pacto entre los españoles peninsulares y los criollos, como una forma de evitar que fuera el pueblo mismo quien derrocara el gobierno colonial. El retroceso electoral, por lo tanto, es el reconocimiento explícito que el sistema electoral ya no garantiza la dominación política, especialmente frente al avance de partidos antisistema como el Movimiento de Liberación de los Pueblos (MLP), quién desde su nombre, anticipa sus intenciones, aún antes de visualizar sus conexiones con el movimiento CODECA: uno de los movimientos pro-defensa del territorio que tiene una considerable legitimidad y capacidad de movilización social.

La mala noticia, sin embargo, es que este retroceso autoritario probablemente no se detendrá en consolidar el deterioro del entorno democrático: probablemente empezará toda una estrategia para refundar el dominio conservador, de manera que lo más probable es que se usará el poder político alcanzado en las urnas, para promover reformas en todo el sistema político guatemalteco, con lo que se anticipan tiempos difíciles. Hasta donde llegará el retroceso es lo único que no sabemos, pero la tendencia política regresiva es una certeza si alcanza a ganar una opción pro-sistema. Guatemala, más que nunca, necesita ciudadanos consientes del peligro de involución que nos amenaza, y actúen en consecuencia, negándose a votar por quienes ya se saben, representan los intereses dominantes.