EL MODELO DEPREDADOR GUATEMALTECO

Luis Fernando Mack

“Una teoría de la depredación ampliamente conocida sostiene que las empresas con recursos financieros abundantes pueden realizar prácticas depredadoras para expulsar del mercado a sus competidores financieramente débiles”, Jorge Fernández Ruiz.

Hace más de setenta años que el gran ensayista mexicano Octavio Paz publicó su libro “El laberinto de la soledad”, un duro relato de la historia de México  y la forma de pensar de sus habitantes, pero que en buena medida, también refleja las condiciones sociales y políticas de sociedades como la nuestra. En el desarrollo de sus ideas, Paz intenta demostrar que nuestros países surgieron en una colosal simulación: con pretensión de modernidad, de Estado de Derecho y democracia, pero que en el fondo, solamente esconden la política de la violación, del despojo, del ninguneo político. En la descripción histórica del México independiente, Paz delinea lo que podría ser la conclusión más sorprendente del sistema político que se estableció en nuestros países: “La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad”.

La tesis central de Paz es lapidaria: al final de cuentas, los ciudadanos de países como el nuestro se sienten permanentemente solos, por lo que reniegan de su condición, al sentirse permanentemente inferiores; paradójicamente, esta inferioridad la demuestran con una suerte de “realismo mágico”: soñando con superar las dificultades, pero sin una adecuada planificación ni trabajo arduo. Es quizá esta sensación de soledad y peligro la que permite entonces que la forma en que se estructura lo público es mediante las lealtades invisibles: las redes de compadrazgo, de amistad que se intenta esconder, la relación de familia que se convierte en una estructura de influencia y poder, sustituyen la posibilidad de inclusión generalizada, típica de sociedades más democráticas y abiertas.

El diagnóstico de Octavio Paz alentó infinidad de estudios posteriores que intentaron rebatir o profundizar en sus ideas, por lo que su obra inspiró enfoques como el del sociólogo mexicano Fernando Escalante sobre los “Ciudadanos Imaginarios”, o el de la socióloga Sara Sefchovich que publicó el libro “País de Mentiras”, siguiendo la idea de que fuimos construidos bajo la lógica de la simulación política. Paradójicamente, en ese mundo de ficciones construidas, cualquiera que intente develar la naturaleza de la mentira, probablemente sufrirá el castigo del sistema: será perseguido, sometido y criminalizado, tal como por ejemplo nos cuenta el representante de la cadena de  farmacias Farma Value, Guillermo Aguilar. Su testimonio nos sitúa en el contexto de la ficción: la del Estado de Derecho y la de la libre competencia, pero que más bien esconde los hilos del sistema depredador, que se articula para extraer rentas basadas en el engaño, la conspiración y de la protección Estatal.

Pero la culpa de cómo se encuentra Guatemala no es solo de los empresarios o de los políticos que nos han gobernado: también es la de los ciudadanos, que en la vida cotidiana también intentan engañar de manera sistemática a los demás, para obtener rentas forzadas. Recuerdo, por ejemplo, cuando por primera vez llevé mi carro para que le hicieran una alineación y balanceo de las llantas: el taller me “diagnosticó” una serie de males que elevó drásticamente la factura. En mi inocencia, caí. Posteriormente un amigo se encargo de contextualizarme: la mayor parte de talleres realizan esos “diagnósticos” falsos como forma de obtener más ganancia, por lo que me aconsejó que nunca realizara reparaciones sin antes verificarlas adecuadamente.

Guatemala ha sido construida bajo la premisa de la división: bajo la ficción de ser un país, conviven en el ámbito público infinidad de clanes y grupos que se organizan para depredar todo a su paso, al estilo del familismo amoral que Banfeld nos habló cerca de un siglo, por lo que si uno no pertenece a un clan en el gobierno, difícilmente será incluido: El laberinto de la soledad al estilo chapín.