EL CICLO ELECTORAL, EN PLENO DESARROLLO

Luis Fernando Mack

Con 23 binomios presidenciales y dos binomios descalificados para participar, la contienda electoral 2023 está en plena marcha hasta el día D: el día en que ejercemos nuestro voto.

Como un ciclo perverso que se repite cada cuatro años, el número de binomios presidenciales inscritos y de partidos políticos vigentes ha llegado a un número histórico: de no haber sido por dos binomios excluidos y uno que está pendiente de inscribir, el número de candidatos a la presidencia fácilmente hubiera llegado a más de 25 opciones. En una sociedad tan pequeña, reflexionar las dinámicas políticas y electorales que favorecen la dispersión política es un elemento clave para entender porque nuestra sociedad produce tanta fragmentación política-partidaria.

Una primera hipótesis para explicar tal abundancia de opciones es que el grado de deterioro institucional, político, económico y social de nuestro país ha llegado a niveles récord: existe un discurso predominante que estamos mal, que este país no va para ningún lado. En mis giras de análisis político que realizo de forma periódica, prevalece el pesimismo y la falta de esperanza, fruto de un sistema que parece irse degradando conforme pasa el tiempo. La idea de que siempre estamos cerca de tocar fondo es entonces, el común denominador de nuestra sociedad; quizá este sentido de urgencia es el que impulsa a tantos actores a buscar alcanzar la presidencia, para empezar a revertir este proceso de deterioro.

Una segunda hipótesis es que este indicador de partidos solamente refleja el grado de polarización y fragmentación de la sociedad: en mis giras, siempre pregunto si los ciudadanos conocen al menos algún partido de fondo, no solo de vista. La respuesta es negativa: pese a tantas opciones, muy pocas se han formado para responder una necesidad o para representar un sentir ciudadano, por lo que pese  que se multiplican las opciones, la desconexión entre la política (las necesidades de la población) y lo político (los actores políticos que surgen para responder a esas necesidades), sigue siendo el gran desafío: los políticos proponen programas y proyectos que al final del camino, solo profundizan la brecha entre representantes y representados. La deslegitimación paulatina del sistema sigue su curso, sin que nada frene esta brecha, que cada día se vuele abismal.

Una tercera hipótesis es que la incapacidad de articular opciones más representativas y más integrales -cada actor representa solo un pequeño círculo de elegidos- nos condena a repetir el ciclo esperanza-decepción: cada ganador cada cuatro años llega a gobernar en soledad, por lo que sus programas y proyectos caen en el vacío. Es el perfecto esquema que algunos llaman “fracasomanía”: ningún gobierno continúa la acción del anterior, con lo que existe una desconexión entre desarrollo del país, y articulación de políticas públicas de Estado. No aprendemos de nuestros errores, ni fortalecemos las cosas positivas que algún gobierno haya implementado. El resultado: empezamos siempre muy cerca de cero.

Para los ciudadanos, votar en esta condición es una pesadilla: apenas se sabe el quién es quién, mucho menos hay tiempo para profundiza medianamente en una discusión seria sobre planes de gobierno. El resultado: gana la apariencia, la descalificación basada en la campaña negra, el discurso barato, las promesas armadas al aire sin ningún sustento. Con ese esquema de elecciones, difícilmente podremos llegar muy lejos, porque garantiza que el demagogo, el que tiene cara bonita o bonito discurso sea el que triunfe en esas elecciones tan poco serias y superficiales.

Lo electoral, tal como está configurado en Guatemala, se convierte en una trampa para reproducir los males que nos aquejan como sociedad y como Estado. Establecer reglas y consejos prácticos que guíen a los votantes para que ejerzan de mejor manera su derecho a elegir es fundamental en estos momentos complejos. Prometo en adelante, desarrollar una línea argumentativa para convencer de que podemos hacer de manera inteligente con el poder que nos ha otorgado la democracia. No se dejen engañar: no todo está perdido. De cada uno de nosotros depende que camino recorreremos los próximos años, por lo que el primer consejo es: No asuma nada por adelantado. El resultado electoral será el resultado simultáneo de miles de votantes tomando decisiones. ¡De nosotros depende!