UN AÑO

Juan Francisco Sandoval
Juan Francisco Sandoval

Ha transcurrido un año desde que fue emitida una decisión arbitraria, ilegal, injustificable desde cualquier punto de vista jurídico, pero defendible para quienes vieron cómo el andamiaje anticorrupción desnudó los negocios ilícitos de la clase política y el sector empresarial corrupto.

No puedo negar que mi destitución ha implicado transitar por una serie de vicisitudes, asumir nuevos retos y enfrentar la vida desde otra perspectiva; invocar la capacidad humana de sobrevivencia y transformación, la génesis de una nueva etapa de la vida, ahora sin la compañía de mi familia y los viejos amigos.

Paralela a esa retadora circunstancia de la vida, discurre la realidad guatemalteca, en la que 365 días han implicado una situación de graves retrocesos en el sistema de justicia, que hoy tiene como único norte el blindaje de un sistema corrupto que, garantizará impunidad a sus actores.

Más de dos docenas de operadores de justicia en el exilio, varios ex colegas procesados y la difícil situación que vive la fiscal Virginia Laparra, son apenas una muestra de la calamitosa situación del sistema judicial, que un día fue un faro de luz, ejemplo en la región.

De la misma forma, en que se ha vivido la criminalización para todos los operadores de justicia que realizamos trabajo en coordinación con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, el patrón de actuación de los defensores del régimen, ha tenido como víctimas a la sociedad civil organizada, activistas disidentes y la prensa independiente.

El desmantelamiento de la otrora FECI, de la Fiscalía de Derechos Humanos, la destrucción de la carrera profesional del Ministerio Público, el acallamiento de voces disidentes, el ataque a los jueces independientes, la criminalización a líderes disidentes, el ahogo financiero y persecución contra le prensa independiente, es el saldo de este año difícil.

Ante el vacío de contrapesos, parte de mis esfuerzos los he enfocado para poner voz a nivel internacional sobre la difícil situación que se vive en Guatemala que ha puesto en peligro la institucionalidad democrática.

Esa labor ha rendido frutos, el Parlamento Europeo emitió una resolución en el mes de abril recién pasado al respecto de la situación. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos incluyó a Guatemala en el capítulo IV B de su informe periódico, al advertir la gravedad de la situación de derechos humanos en el país.

En la misma línea, y con su respectivo enfoque, el Gobierno de los Estados Unidos, incorporó a 16 individuos del sector justicia, el ámbito político y empresarial en su más reciente lista de sanciones para actores corruptos.

La respuesta ha sido el aumento de las campañas de desprestigio, criminalización y estigmatización en mi contra y de los colegas quienes han denunciado públicamente la situación del país.

Cada acción, publicación o evento en el que se refleja el deterioro de la postura del poder en Guatemala, con respecto de la defensa de los derechos humanos y el respeto a la cultura de la transparencia, tiene como reacción el ensañamiento radicalizado de la “institucionalidad” en Guatemala en contra de la justicia en el exilio.

La construcción de esa narrativa ha tenido como punto de partida las triquiñuelas construidas por la nueva FECI, construida sobre la base de acusaciones calumniosas, implantación probatoria, burdas construcciones que parte de un ejercicio dirigido por la apatía, indiferencia, desconfianza, terror y resentimiento.

Lejos queda el compañerismo, fraternidad, mística y valor del equipo de la antigua FECI, hoy convertida en un bastión de la impunidad. A todo el valioso equipo de trabajo, policías, investigadores, analistas, fiscales, abogados de la CICIG y el equipo de la FECI, mi solidaridad y saludo sincero hasta el lugar del mundo en que se encuentre, gratitud eterna.

En la nueva senda he ganado nuevos amigos, a quienes agradezco la solidaridad y compañía, a quienes estuvieron y siguen. Como es la vida, he perdido amigos –quienes solo eran en los buenos tiempos-, pero sigue intacta mi convicción por la justicia y la esperanza de transformar el país, aun con la rudeza de la atmósfera brumosa y adversa que se cierne en la realidad guatemalteca.