Entendemos como revolución (DRAE) “el cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad”. La ciencia política debate que es lo que se puede entender como revolución y que no, pero existe acuerdo en que se trata de cambios sociales fundamentales, que las estructuras sociales son modificadas en gran forma, si no en forma extrema. Lo que comúnmente se entiende es que son violentas, aun cuando tal cosa no necesariamente las define. Una revolución implica cambios radicales -la revolución francesa cambio hasta los nombres de los meses-, sus orígenes pueden ser muy diversos y sus consecuencias impredecibles.
El mundo ha vivido muy variadas revoluciones, la primera en nuestra era, fue el advenimiento del cristianismo que poco a poco transformó a la casi totalidad del mundo, las cosas ya no fueron iguales después del nacimiento de Cristo; más adelante ocurrió una nueva revolución, el descubrimiento de América, y es que la proeza de Colón transformó las relaciones sociales, económicas y políticas por completo; y posteriormente la Revolución Industrial trajo consigo una nueva estructura socioeconómica y nuevas concepciones políticas.
Las revoluciones mencionadas tuvieron la característica de ser pacíficas, y no es que se quiera ignorar la inmolación de Cristo o los sufrimientos de los primeros cristianos; los abusos y atropellos cometidos por los conquistadores; o, la precariedad de las relaciones laborales luego de la revolución industrial y sus fatales consecuencias. Lo que pasó después de estas revoluciones pudo tener muchos perfiles, sin embargo, su origen estuvo completamente alejado de la violencia.
En otro orden, la Revolución estadounidense, la revolución francesa y las revoluciones rusa y mexicana, no pudieron ser más violentas, pero finalmente, transformaron las estructuras sociales, modificaron al mundo.
La historia registra otras revoluciones, pero sus consecuencias se han limitado a una nación o en algunos casos a una región. Para Guatemala, la Revolución de Octubre de l944 resulta ser un buen ejemplo.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la sociedad mundial se ha visto envuelta en un torrente de cambios, la tecnología, las comunicaciones, las relaciones internacionales, la política, el entendimiento de los valores, casi todo ha venido cambiando, en algunos casos dramáticamente.
Y a estas alturas, luego de todas las experiencias que la pandemia nos ha hecho vivir, nos parece que estamos viviendo una nueva revolución, pacífica, pero con muchas penalidades. Pensamos que lo que se vivía en 2019, ya es parte de la historia y que la humanidad, obligada por una enfermedad, está entrando en una serie de cambios sin retorno, que lo que era antes ya no será igual: las relaciones sociales, la economía, la política y hasta las religiones serán de otra forma, ojalá que para bien de la humanidad.
Si algo de cierto hay en lo anterior, reconozcamos que nos ha tocado vivir uno de los momentos cumbre de la historia y que dentro de pocos años, esta etapa será estudiada, juzgada, criticada o alabada por lo que hicimos y lo que dejamos de hacer.