PROHIBIDO OLVIDAR EL ORIGEN DE LA CRISIS DE LA USAC.

Luis Fernando Mack

“La memoria estalla hasta vencer a los pueblos que la aplastan y no la dejan ser, libre como el viento” (Leon Gieco, La Memoria)

La estrategia de las actuales autoridades de la Universidad de San Carlos de Guatemala es clara: pretender que nada ha pasado, por lo que siguen las actividades institucionales prácticamente sin mencionar absolutamente nada de lo que ocurre en el entorno académico interno. Apuestan a que la fuerza de la cotidianeidad terminará validando lo actuado, especialmente en el contexto de una sociedad en la que las malas noticias y las preocupaciones están a la orden del día. Al final, tanto los estudiantes como docentes y trabajadores de la Universidad deben enfrentar las consecuencias de desafiar las leyes y los reglamentos, por lo que las actuales autoridades apuestan que el tiempo terminará acallando las voces contrarias.

Ignorar los actos anómalos cometidos durante el proceso electoral realizado en el primer semestre del 2022, por lo tanto, es una estrategia cuidadosamente planteada: se apuesta a que con el tiempo, ya nadie recuerde los hechos que llevaron al descontento, tal como ocurre frecuentemente en conversaciones de quienes no conocen las interioridades de la elección a rector: la pregunta que siempre hacen es si realmente ocurrió el famoso fraude; desde esa perspectiva, los equivocados son los rebeldes, quienes probablemente son los eternos revoltosos, los estudiantes haraganes y los trabajadores que no quieren laborar.

La resistencia al fraude debe adecuarse a esta estrategia de desgaste y de olvido que han implementado las actuales autoridades, de manera que al menos, la memoria no olvide las afrentas e irregularidades que se cometieron en el proceso de elección. Documentar, señalar y recordar constantemente el origen de la crisis, por lo tanto, es indispensable para que la ignominia no prevalezca, ya que el error no es fuente de derecho: no importa si el actual rector en funciones desea cumplir el período para el que fue impuesto, lo importante es que quede en la memoria como la peor administración que jamás haya existido en la historia de la Universidad.

Recordar, por ejemplo, que por la vía legal-institucional se descalificaron cuerpos electorales es el primer paso; una segunda anomalía es que se utilizaron recursos legales ad-hoc para justificar una elección fuera del tiempo establecido, contrariando así la legislación universitaria que regula los procesos electorales para elegir rector. Finalmente, se utilizó la fuerza pública para impedir que ingresaran al recinto electoral los cuerpos electorales electos que eran contrarios al actual rector, incluyendo algunos que legalmente estaban habilitados para participar, con lo cual se fabricó una mayoría total falsa: por unanimidad fue impuesto un rector con 72 votos de un total de 170 posibles, lo que significa que el actual rector fue impuesto con menos de la mitad de los electores.

El cinismo, la indiferencia ante los hechos anómalos, el silencio cómplice de muchos actores a lo interno de la Universidad, complementan el cuadro de la ignominia, lo cual demuestra que quienes están detrás de esta estrategia, estaban decididos a destruir el legado que la Universidad siempre había brindado a la sociedad guatemalteca. Primero, porque el control de la rectoría les da acceso a recursos cuantiosos de tipo económico y político; y segundo, porque en la resistencia, se autodepuran los actores que no se alinean, lo cual puede verse como una estrategia para ganar aún mayor control institucional de la misma Universidad. El resultado: un golpe maestro que anula por la vía institucional y legal a una entidad que siempre estuvo del lado del pueblo de Guatemala.

Frente a esta estrategia perversa, solo queda aprender a reconvertir la resistencia en un movimiento de mayor alcance, de manera que la lucha se traslade al día a día de la Universidad, y el primer paso es documentar y salvaguardar la memoria para que la ignominia no quede en el olvido.