POR AQUELLO DE LA POLITIQUERÍA BARATA

Manolo García
Manolo García

Uno de los problemas mayores de los guatemaltecos es verlo todo con ojos de desconsuelo, desesperanza, tristeza, rabia, frustración. De forma particular, cuando se trata de temas políticos.

Y la culpa no la tiene la política, entendida ésta como la ciencia social que trata del gobierno, de la organización de las sociedades humanas y de los estados. No. Es la forma como el hombre la utiliza a su sabor, antojo y conveniencia, como una forma lo lograr aviesos propósitos en desmedro de la población.

Muestras las hay. Y por mucho. Por ironía, por costumbre o malsana experiencia el “político” chapín se ha embarcado en una actividad, en la cual, quienes gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan al país, lo han hecho “muy bien” en su beneficio. Mal para los guatemaltecos

Hasta la segunda quincena de septiembre, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) tenía registradas 28 agrupaciones políticas autorizadas, cuyos representantes, en su mayoría, han tenido señalamientos diversos en los últimos años, otros son viles desconocidos.

Ya Nicolás Maquiavelo, político, escritor y filósofo italiano (1469-1527) lo advertía con insistencia: Para los “políticos”: “Todos ven lo que aparentas; pocos advierten lo que eres. Para el ciudadano: “Hay que ser zorros para conocer las trampas y león para espantar a los lobos”.

Visto a groso modo, no hay sorpresas en el próximo panorama electoral. Los resultados de al menos los últimos dos procesos, 2015 y 2019, ha dejado amargas experiencias, las cuales podrían repetirse en el 2023 si el votante autorizado no abre los ojos con acuciosidad respecto de la oferta populista.

Guatemala ya no está para experimentos políticos. Al TSE le restan tres meses para convocar elecciones en 2023 y al ciudadano para darse cuenta de las campañas anticipadas llenas de paja y politiqueros de siempre. Los nombres saltan a la vista.