NUESTRA EXPECTATIVA PARA EL 2023: LA UNIDAD ESTRATÉGICA

Luis Fernando Mack

El reto para el 2023 es iniciar el camino que nos lleve a la unidad, aquella que nunca ha existido.

A principios del año 2012, escribí esta reflexión, teniendo en mente los acontecimientos del año anterior. Leyendo lo escrito, me percato que lo afirmado entonces, sigue tan vigente, diez años después. Con unos pocos cambios para adaptarlo a la realidad de este 2022, presento estas líneas, que siguen siendo tan válidas como cuando fueron escritas originalmente:

La fecha, inexorablemente, se acerca: en enero del 2023, el Tribunal Supremo Electoral realizará la convocatoria para las elecciones generales, y el panorama político no puede ser más desalentador: con una institucionalidad pública que arrastra serias y sostenidas deficiencias que se han hecho evidentes en tantos rubros: salud, educación, seguridad, infraestructura, y un largo etcétera. Iniciar el proceso de reforma y modernización de la institucionalidad es por lo tanto, una de las prioridades de las que nadie  habla.

En el “recuento de los daños” de tantos años de inercia institucional que acumula tantas ineficiencias y trampas, podríamos darnos cuenta que siempre estamos cerca del precipicio: primero, los últimos años han estado repletos de momentos de tensión por las pugnas de interés que llevaron a un mayor debilitamiento de la institucionalidad política, lo que nos lleva a la urgente necesidad de fortalecer y renovar la debilitada estructura institucional del país, a la que ningún gobierno ha puesto atención en esta etapa de transición interminable hacia la democracia. En vez de perder tiempo en las revanchas políticas interminables, deberíamos favorecer un gran acuerdo nacional para establecer las prioridades que como nación, debemos perseguir en las próximas décadas, en vez de estar haciendo un borrón y cuenta nueva cada vez que asume un nuevo gobierno, el cual siempre pretende inventar el agua azucarada.

Un segundo elemento fundamental que aparece claramente es la amenaza de los desastres naturales, debido a la creciente vulnerabilidad que Guatemala padece debido a su posición geográfica, haciendo inevitable que como sociedad, empecemos a preocuparnos por el medio ambiente y las formas de hacer compatible el desarrollo, sin aumentar nuestra vulnerabilidad a los desastres naturales: no hay que olvidar que seguimos en la lista de los países con más riesgo a desastres, debido al cambio climático.

Finalmente, la ingobernabilidad y la violencia se han vuelto un aspectos cruciales a enfrentar, y no se trata solo de aumentar, mejorar y proveer de mejores recursos a las fuerzas de seguridad, sino de atender las secuelas de la violencia: el sufrimiento de las víctimas que sufren directamente la violencia, pero también el de las familias y amigos que son impactados directamente. Esta última consecuencia de la violencia es la oculta, la que nadie atiende, pero que carcome lentamente las bases de solidaridad de la sociedad, que se va acostumbrando poco a poco a la “ley de la selva”. Si no me le toca directamente a la persona, la respuesta es similar a: ¿a mí que me importa? Mi mamá le llamaba a este creciente mal, el síndrome del “ombligismo”: la incapacidad de preocuparnos por lo que no nos afecta directamente.

El recuento de los daños podría continuar: como sociedad, hay tantos aspectos que hemos descuidado, que hacer la lista sería interminable. El reto para el 2023, por tanto, es iniciar el camino que nos lleve a la unidad, aquella que nunca ha existido. Por eso, para el gobierno entrante, llamarse “patriota” es superficial. ¿La patria de quien van a representar? ¿La patria de quien van a construir?  ¿Tendremos todos los guatemaltecos cabida en ese proyecto? Esa es la pregunta crucial.

Alejandro Giammattei nos dijo que quería que su gobierno fuera diferente, pero en el camino, ha sido la reencarnación de “más de lo mismo”. Parece que está decidido a ser “otro hijo de puta” más. Por el bien de Guatemala, ojalá, los próximos años sean los de la construcción de la Guatemala que nunca ha existido, en donde todos los guatemaltecos tengan la posibilidad de construir sus sueños, y de tener las oportunidades y privilegios que desesperadamente todos buscamos en otros países.

No hay mayor tragedia que la sentirse como extranjero en la  propia “patria”.