LA OVACIÓN A CONSUELO PORRAS

Luis Fernando Mack

El desayuno de oración reúne a líderes de todos los sectores, supuestamente con el objetivo de favorecer la unidad de los guatemaltecos y fortalecer el liderazgo nacional para generar un impacto positivo en el país.

Soy creyente desde que era pequeño: nací en el seno de una familia católica, y hasta la fecha, permanezco en mi fe. Sin embargo, desde muy joven aprendí que no siempre ser creyente de Dios, era una garantía para ser realmente una buena persona. Descubrí desde pequeño que en nombre de Dios, se cometen diariamente muchas atrocidades revestidas de santidad, así que desde muy joven, intento desarrollar un radar para separa la paja del trigo: no todo quien dice “Señor, Señor”, es digno de confianza, tal como se puede parafrasear de una cita bíblica. Lamentablemente, la estrategia más recurrida por los delincuentes comunes y los maleantes de cuello blanco es nombrar a Dios como una forma de desarrollar sus malas intenciones.

Hace unos años, por ejemplo, la mamá de mi hijo más pequeño compró un propiedad: la persona que lo vendió se hizo pasar por otra que hace muchos años residía en el extranjero. La estrategia para despistar y engañar fue la de nombrar a Dios cada 5 segundos; inclusive, para desviar la atención, argumentó que le tenía mucho cariño a la propiedad familiar, por lo que quería asegurarse que quien comprara la propiedad tuviera adecuados valores y prácticas cristianas, por lo que el peso de demostrar bondad ahora estaba del lado de quien entonces era mi pareja. Unos meses después, apareció el verdadero dueño, por lo que se tuvo que volver a comprar dos veces la misma propiedad. Cuando supe de este incidente, me recordé de la canción de Ricardo Arjona “Verbo, no Sustantivo”: la famosa doña Carlota que le pinchó 100 pelotas al cantautor, era la más “religiosa”, pero seguro la que menos tenía verdadero espíritu divino.

No pude menos que pensar de nuevo en la famosa doña Carlota cuando supe la ovación que le dieron a la fiscal General Consuelo Porras en el último desayuno de oración, que supuestamente reúne a lideres religiosos y de diversos sectores una vez cada año. El hecho que dos presidentes corruptos como Jimmy Morales y Alejandro Giammattei hayan sido oradores principales en esos eventos en el pasado ya hacía sospechar que algo andaba mal en esa reunión de fariseos políticos, pero el hecho que le rindieran pleitesía a un personaje como Porras fue el colmo. ¿En qué universo paralelo alguien puede pensar que tal persona merece un aplauso en vez de una reprimenda? ¿Qué bien le puede hacer a un país que exista un personaje que sea la fiel defensora de todos aquellos que se han enriquecido a costa del sufrimiento, del dolor y la exclusión humana?

Durante mi vida de fe, he aprendido que las personas que mencionan frecuentemente a Dios, casi siempre es porque esconden perversas intenciones, mientras que por el contrario, aquellos que parecen “ateos”, viven mucho más en comunión con los valores del Reino de Dios, que según San Agustín de Hipona, se sintetizaban en la famosa frase atribuida al gran santo: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”. En síntesis, ante cualquier duda o dilema de la realidad, la regla de oro es juzgar canto amor exhiben los personajes, y seguro estaré escogiendo lo correcto. En las palabras de Porras y muchos de sus allegados, existe más bien vanidad, que es el pecado más grave; pero también mucho odio y rabia contra quienes identifica como sus enemigos. No hay rastros de humanidad, ni de sabiduría, ni siquiera una pizca de empatía. Solo soberbia y prepotencia.

El retrato de una comunidad de supuestos empresarios, políticos, diplomáticos y lideres religiosos aplaudiendo de pie a Consuelo Porras, por lo tanto, es uno de los anti-testimonios más nefastos que uno como creyente puede ver. Afinar el radar de fe que permita separar la verdadera creencia en Dios de cualquier otra que predique odio, violencia y muerte, es indispensable para encaminar a Guatemala a una verdadera transformación; de lo contrario, este país seguirá siendo reconocido como “Un lugar soleado para gente sombría”.