LA NEGLIGENCIA Y EL OLVIDO

Oswaldo Samayoa

-El martirio de la migración-

No sonará extraño para ninguna persona, especialmente de esta región del mundo, escuchar una queja sobre la falta de acceso a justicia de familias que no saben sobre el paradero de alguno de sus seres queridos, o bien, sobre la formas violentas en como perdió la vida. Sistemas de justicia débiles y llenos de burocracias, con trámites por doquier, medidas dilatorias a la carta, impunidad y una alta carga de revictimización.

Las víctimas buscan medios legales de obtener respuestas, se asocian, se respaldan y se consolidan como grupos que no dejarán de presionar a las autoridades hasta que llegue su hora de muerte, o bien, de cierta resignación ante la impotencia de obtener verdad, justicia y reparación.

Sí, esta es una historia ya conocida durante las épocas de autoritarismo e incluso conflictos armados internos que se libraron en algunos países como Guatemala y El Salvador. Hoy se repite de muchas formas, con desalojos violentos al mejor estilo de tierra arrasada, persecución a personas defensoras de derechos humanos, violencia contra la libertad de opinión y expresión, entre otras.

Se repite también la negligencia como forma de actuar del sistema de justicia, es decir, investigaciones lentas, sin considerar a las víctimas, partiendo de hipótesis o teorías de casos cargadas de estigmatizaciones o etiquetas sobre las víctimas, violentando la dignidad y los derechos humanos. Todo el camino parece trazado hasta la espera de que la sociedad olvide y, con ello, el aislamiento de las familias, su dolor y su derecho a la justicia.

La negligencia y olvido como práctica de sistemas de justicias débiles e impunes, se aplica hoy a los migrantes que pierden la vida a manos de crimen organizado, de agentes estatales o, en muchos casos, desaparecen en un su camino por obtener mejoras en su calidad de vida y las de sus familias.

Esto pasa por ejemplo con el caso de las 72 personas de Guatemala, Honduras, El Salvador, Ecuador, Brasil y La India encontradas muertas en Tamaulipas hace ya 10 años. En donde las familias siguen esperando respuestas estatales de las investigaciones en México.

La tarea por supuesto que no es fácil, debemos observar que este caso específico son carteles de narcotráfico y grupos armados ilegales los que han sido señalados de participar. Sin embargo, esto no justifica los retrasos y la falta de diligencia para resolver el mismo.

La importancia de resolver el caso de Tamaulipas radica en diversidad de oportunidades para descubrir el actuar de grupos que martirizan la oportunidad de las personas en su tránsito hacia Estados Unidos en busca de las oportunidades que en sus propios países les han sido negadas. Es decir, no es solamente un caso aislado, si no, que representa una forma de operación y actuación que debe ser identificada, rastreada y desestructurada.

La tortura psicológica que sus familias han vivido se suma a la limitación de oportunidades que sufren al no contar con sus familiares y, esto, implica promover a los propios estados formas de restitución de derechos como el acceso a la educación, salud y vivienda de quienes sobreviven a estas víctimas y requerían de ellas para poder acceder a estos derechos.

El martirio de la migración, entonces, no radica solo en la suerte desconocida de quien emprende el viaje, si no, en saber que de sucederle algo, la negligencia y el olvido agravarán la situación de sus familias.