LA IMPOSICIÓN Y EL DESORDEN COMO HERENCIA

Luis Fernando Mack

“Cuando en un país reina el orden, es una vergüenza ser hombre pobre y común. Cuando en un país reina el caos, es una vergüenza ser rico y funcionario.” Confucio.

Entender la cultura política del guatemalteco ha sido un objetivo fundamental de mi indagación permanente sobre la realidad de este nuestro bello, pero caótico país, por lo que mantengo un ojo crítico a todos los eventos que ocurren a mi alrededor: siempre ocurren a mi alrededor una serie de sucesos que difícilmente puedo comprender. Por ejemplo, escuchando los anuncios de radio, la mayor parte de comerciales pretenden incentivar un patriotismo algo vacío de contenido: se refieren a una supuesta grandiosidad que difícilmente aparece ante mis ojos. Un breve repaso por los indicadores que pintan la realidad del país dejaría a cualquiera con más preocupación que orgullo: cifras de pobreza, desnutrición, violencia y carencias insatisfechas que nos hablan de una sociedad injusta, desigual, en la que una gran mayoría vive en condiciones precarias, aspecto del que tenemos poco de que enorgullecernos.

Recientemente volví al mercado más importante de la ciudad de Guatemala, la Terminal: entre el bullicio y la aglomeración, andar en vehículo o recorrer a pie el lugar es una odisea: miles de personas se congregan diariamente en busca de bienes y servicios en esa maraña de puestos y lugares que conviven de forma obligada, en medio de un caos cotidiano en la que solo los más fuertes y audaces prevalecen. En sitios como ese, es siempre el más vivo o el más fuerte el que obtiene el mejor lugar para vender, el espacio más cercano de estacionamiento, o el precio mas bajo de compra o de venta; de hecho, en algunas calles, los comercios se han expandido a la acera, dejando un estrecho camino para los automóviles. El lugar entero es una metáfora del país en su conjunto: un espacio colectivo en la que las leyes y reglamentos se aplican de forma discrecional, y en la que la mayor parte de transacciones ocurren fuera de la regulación del Estado: muy pocos vendedores en ese espacio se preocupan por extender factura, y muy pocos compradores la exigen en realidad. La mayor parte de mercados del país, tienen esas mismas características de caos e improvisación.

La celebración de las antorchas es también para mi un misterio. Por supuesto, el espíritu de la actividad se entiende perfectamente, ya que rememora los acontecimientos los jinetes de la independencia, tradición que empezó en Centroamérica desde 1959. Pero la forma en que se ejecuta en Guatemala, deja mucho que desear: en vez de sintetizar la celebración a un solo recorrido, la que se traslada desde nuestro país hacia el resto de países de Centroamérica, desde hace muchos años se acostumbra multiplicar ese gesto en miles de pequeños recorridos que se realizan sin planificación, sin resguardo, sin orden, lo que complejiza cada año enormemente el tráfico del país. El desorden, la poca planificación, la imposición de la voluntad por encima de los intereses de los demás, vuelve a ser la característica.

A lo largo de mi vida, he tenido igualmente la oportunidad de vivir en diferentes colonias y zonas de la ciudad: la característica del desorden, la imposición y el despojo, sigue siendo una constante; en uno de esos condóminos, los vecinos que habían comprado cerca de las áreas verdes, de la noche a la mañana empezaron a cercar los espacios compartidos, y a usurpar el espacio colectivo para uso privado. De la misma forma, en varias ocasiones, los habitantes de las casas aledañas se adueñaban de las aceras de forma prepotente y abusiva, impidiendo que el resto de vecinos aprovecharan los espacios colectivos, pese a que supuestamente había reglas para evitar estos excesos.

El tráfico cotidiano es otra de las tantas muestras del desorden y la imposición que prevalece en el país: las camionetas extraurbanas y los taxis protagonizan frecuentemente muchos actos de abuso, ya que paran donde sea, transitan en contra de la vía y frecuentemente no respetan las señales de tránsito; el irrespeto, por supuesto, también caracteriza a muchos otros automovilistas, especialmente cuando los conductores tienen autos grandes y potentes.

Miles de otros ejemplos similares podrían señalarse igualmente, pero me parece que como muestra, los ejemplos mencionados son suficientemente indicativos. Como guatemalteco, amo entrañablemente este país que me vio nacer; la herencia de abuso, imposición y caos que veo cotidianamente, sin embargo, es algo a lo que nunca me voy a acostumbrar. Sueño con que algún día, los guatemaltecos nos percatemos que la forma en que cotidianamente actuamos, nos condena al fracaso: pan para hoy, hambre para mañana. El hundimiento en el km 11.5 carretera a El Salvador es la ultima muestra de este fracaso anunciado, pero seguro vendrán muchos más en el futuro próximo.