LA DESFACHATEZ MATIZADA CON EL DOBLE DISCURSO

Juan Francisco Sandoval
Juan Francisco Sandoval

Atestiguamos los tiempos en que la desfachatez es la regla para desempeñarse en la vida pública. Los últimos días vemos ejemplos en los que aflora el fervor cívico en la Guatemala construida sobre la base de una patria, la del criollo.

La víspera de la celebración de la emancipación política de España, en la ciudad de Quetzaltenango una tragedia enlutó a la sociedad guatemalteca: nueve compatriotas fallecieron y más de dos docenas de personas resultaron heridas.

La respuesta de las autoridades fue lamentable: en Quetzaltenango el desfile patrio continuó prácticamente sobre los cadáveres; el gobierno central salió al paso, tres días después, a lamentar el hecho; el Procurador de los Derechos Humanos incluso recurrió a la autocensura para emitir una condolencia; el Ministerio Público difundió el comunicado de plantilla: está investigando. Y más grave resulta la indiferencia de los organizadores y patrocinadores que solo procuran evadir su eventual responsabilidad.

La falta de empatía hacia las víctimas y sus familias en Quetzaltenango, contrasta con la agilidad para solidarizarse con el pueblo taiwanés ante los daños provocados por el reciente terremoto.

No me molesta la fraternidad con otro pueblo del mundo, mi intención es contrastar la lenta respuesta de las autoridades con los compatriotas y la agilidad en fraternizarse con otra nación.

Solo días después asistimos a otra proclama fingida, ahora en el discurso pronunciado esta semana por el gobernante en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas: en el foro mundial el mandatario guatemalteco recurre a términos relacionados con la pacificación, la democracia, la armonía entre los pueblos.

Quien desconoce la realidad guatemalteca, quedaría encandilado con la luz de quien se autoproclama como el pregonero de la paz. Pero en casa, la oscuridad: el presidente no tiene voluntad para resolver el conflicto territorial centenario en el departamento de Sololá y es incapaz de tolerar las voces disidentes, a las que manda al exilio o prisión, a través de un sistema judicial presto a sus órdenes.

Maximizan mis afirmaciones, los hechos ocurridos después de la consulta comunitaria del querido pueblo de Asunción Mita, Jutiapa, donde la población con conciencia en el futuro y contraria a la contaminación, la sobreexplotación y la destrucción ecológica, ha dicho NO a la explotación minera en el proyecto Cerro Blanco.

El gobierno, lejos de proporcionar los insumos necesarios para garantizar la realización del plebiscito y en el fondo procurar el bienestar de la población, tomó partido para proteger los intereses mercantiles, que como se ha visto históricamente no redundan en beneficio para las comunidades.

Y para cerrar con broche de oro, la Corte de Constitucionalidad que sale a proclamar lecciones del debido proceso y la defensa de la Constitución y las leyes, pero se exhibe débil cuando permite insultos, denigraciones y amenazas en su propia sala de vistas.

Estos modos, cuestionables en cualquier democracia consolidada, son ahora el carácter de las autoridades guatemalteca. Un doble discurso.