Hace algunos años, pude leer con detenimiento, una de las copias del acta de independencia, custodiada tras un cristal de protección en el Archivo General de Centroamérica. Lo que llamó mi atención es lo consignado en el punto primero de la referida acta, que transcribo aquí:
“PRIMERO. – Que siendo la Independencia del Gobierno Español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor Jefe Político, la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo».
Quiero destacar la parte final del punto primero: “(…) el señor Jefe Político, la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.”
Esta parte del acta siempre me provoca algunas dudas. La primera es ¿quiénes son los que proclaman la independencia?, y la segunda ¿son ellos los legítimos representantes de la voluntad general del pueblo? Recuerdo de mis clases de estudios sociales en el bicentenario colegio donde tuve la oportunidad de estudiar, que el concepto que se aplicaba a estos individuos era el de “próceres”. Conforme el Diccionario de la Lengua Española se puede entender por prócer:
- adj. Eminente, elevado, alto. 2. m. y f. Persona de alta calidad o dignidad. 3. m. Cada uno de los individuos que, por derecho propio o nombramiento del rey, formaban, bajo el régimen del Estatuto Real, el estamento a que daban nombre.
En efecto, se reunieron en uno de los salones del palacio de gobierno los individuos a los que se refiere la tercera acepción de prócer: la diputación provincial, el arzobispo, los representantes de la audiencia territorial, el deán y cabildo eclesiástico, el ayuntamiento, el claustro, el consulado, el colegio de abogados, prelados regulares, jefes y funcionarios públicos.
Así las cosas, este grupo de personas, conformado por peninsulares y criollos, temían la proclama popular. En tal sentido, se puede inferir que no eran, precisamente, los legítimos representantes de la voluntad general del pueblo. El contexto no podía resultar más preocupante para esta élite, la guerra de independencia en América del Norte y del Sur, que costo el sacrificio de tantos y verdaderos patriotas; que dio a luz auténticos héroes de la independencia, entre los que cabe citar a: Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O Higgins, Miguel Hidalgo y Costilla, Josefa Ortiz de Domínguez, Benjamin Franklin, George Washington, John Adams, Alexander Hamilton, Thomas Jefferson y James Madison.
Por supuesto, a nivel local se debe destacar a Atanasio Tzu, figura paradigmática del levantamiento indígena de Totonicapán de 1820 y a Lucas Aguilar, quienes encabezaron un levantamiento en contra de la opresión colonial, organizando a las comunidades para protestar en contra del cobro de impuestos que ya habían sido abolidos por la Constitución promulgada en Cádiz en 1812 (https://dca.gob.gt/bicentenario/historia/). Lograron imponer durante veintinueve días un gobierno propio en Totonicapán. Esposo de Felipa Tzoc lideresa que desempeñó un importante papel en la primera declaración de independencia de toda autoridad religiosa y política española.
El proceso de independencia se gestó, como suele decirse, de forma pacífica. La independencia, analizada críticamente, no implicó un esfuerzo significativo, como si ocurrió en los otros casos a lo largo del continente americano. Historiadores coinciden en que la separación política de España se debió a intereses económicos de una elite urbana, que ignoró al resto de la población (https://dca.gob.gt/bicentenario/historia/). Quizá por ello, muy pronto se prescindió de la soberanía al decidir a favor de anexarse a México, al Imperio de Agustín de Iturbide. Solo San Salvador conservaba incólume su lealtad al Acta de Independencia.
La horda anexionista estaba conformada en su mayoría por integrantes del partido conservador y de ciertas familias criollas, que aprovecharon del divisionismo surgido en las Provincias, para favorecer la anexión. Estaban convencidos de que de esta forma podrían mantener sus vínculos con el reino de España y, así, mantener sus privilegios (https://dca.gob.gt/bicentenario/historia/). Contaron para el efecto con la decidida intervención del marqués Mariano de Aycinena y Piñol, pues esto significaba grandes ganancias para su familia, incluso Iturbide lo condecoró con la Gran Cruz de Guadalupe (Godoy, 28 de agosto de 2021).
A diferencia de los conservadores criollos, José Matías Delgado, eclesiástico y político salvadoreño, que participó como uno de los principales líderes del fallido movimiento independentista del año 1811, encabezó la oposición a la anexión incondicional de la provincia salvadoreña al Imperio mexicano de Agustín de Iturbide. Igual oposición planteó el filósofo y abogado José Cecilio Díaz del Valle, El 12 de abril de 1823, presentó pruebas contundentes, demostrando que la anexión no tenía bases jurídicas, legales o morales por lo que solicitó al congreso mexicano su nulidad. También se opuso a la anexión el médico guatemalteco Pedro Molina.
Después de la anexión al imperio mexicano y posterior desaparición de éste, en 1824 se funda La República Federal de Centroamérica una nación que surgió de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, el 22 de noviembre de 1824, a través de la Constitución de la República Federal de Centroamérica de 1824. Su capital fue Ciudad de Guatemala hasta 1834; que unificó a los países de la región hasta su derrumbe en 1834. Guatemala pasó a ser un estado de una Federación inexistente, según el historiados Miguel Álvarez (https://dca.gob.gt/bicentenario/historia/).
Así la cosas, se puede decir que, la independencia, entendida como “Libertad, especialmente la de un Estado que no es tributario ni depende de otro.” (Real Academia Española, segunda definición, s.f.) se produjo realmente hasta 1824. De esa cuenta, es ahora que se deberían conmemorar 200 años de libertad. Y en este contexto cabe reflexionar, si están sentadas las bases en el presente para afirmar que el pueblo de Guatemala es libre. O si por el contrario, continúa siendo solo un mero hecho formal, para regodeo de unos pocos.