Albert Hirschsman llamó «fracasomanía» el desconocimiento del bagaje de experiencias transmitidas del pasado y la convicción de que todo lo que se ha hecho se ha transformado en un fracaso. Rodrigo Lara
Desde hace décadas nos hemos acostumbrado en Guatemala a dos cosas: a que de forma periódica siempre vamos a esperar lo peor, como ahora que el país vive en una alarmante crisis que se deriva de la combinación de factores climáticos, políticos, legales y económicos, y a que el actividad más común es la crítica y el pesimismo automático, especialmente cuando se trata del gobierno de turno. En esto último, por supuesto, el gobierno de Alejandro Giammattei contribuyó a reforzar este pesimismo, ya que muchas de las cosas malas que ahora estamos experimentando, han sido agravadas directa o indirectamente por las decisiones nefastamente corruptas y particularmente perversas que tomó el expresidente, especialmente en los cinco meses previos a la entrega del cargo, cuando se dedicó a poner candados y trampas por doquier al nuevo gobierno del presidente Arévalo.
Con respecto a lo primero, la crisis actual es producto de varios factores que se arrastran desde varios gobiernos anteriores, empezando por los múltiples incendios forestales que se intensificaron dramáticamente este año, algo que impactó en el colapso de algunas obras de infraestructura claves como la autopista Palín Escuintla por lo que parece una intensa temporada de lluvias que ya esta causando estragos terribles a la infraestructura vial del país, aspecto climático que se combina ahora con la crisis de la terminal del puerto Quetzal debido a la nulidad del contrato de la Empresa Portuaria Quetzal (APM), proceso legal que tardó muchos años en concretarse, pero que apunta a la forma anómala en la que las autoridades del entonces presidente Otto Pérez Molina habían gestionado la concesión de la terminal del puerto, ya que habían indicios claras de corrupción.
La crisis de la Terminal APM del puerto, sumado a las condiciones climáticas que ocasionaron por enésima vez daños a las carreteras tendrá seguramente efectos en la economía de los guatemaltecos, ya que la cadena de abastecimiento de muchos productos ahora enfrenta retrasos debido a la larga cola de barcos esperando descargar sus productos, y a las interminables horas que los transportistas ahora tienen que invertir en trasladar los productos a los puntos de distribución, lo que indudablemente encarecerá muchos producto. Lo peor de todo es que apenas inicia la temporada lluviosa, por lo que el gobierno actual tendrá que hacer maravillas en condiciones adversas, debido a todos los problemas que encontraron en el MICIVI.
En medio de esta crisis, el presidente Arévalo reveló esta semana la intención de su gobierno de buscar una alianza público-privada para mejorar el funcionamiento del Aeropuerto Internacional La Aurora, anuncio que fue recibido con severas críticas por parte de muchos actores de la sociedad, especialmente por una fotografía donde el mandatario aparece junto a cuestionables figuras político-empresariales del país, lo que fue visto como una evidencia de que este gobierno ya claudicó en su intento de cambiar el país.
Una mirada más atenta a todo lo que ha hecho el gobierno demostraría que la mirada de Arévalo es en el largo plazo, por lo que probablemente su visión de lo que quiere hacer está muy mal comunicada. Por ejemplo, se le criticó la forma en que nombró a los gobernadores, y ciertamente Arévalo despertó más expectativas de las necesarias, pero lo importante es que su gobierno apuesta a un proceso de fortalecimiento del gobierno departamental que seguro tomará varios años; en la capital, Arévalo apostó por la construcción de un metro que igualmente llevará varios años, y ahora se sabe que el proceso de concesión del Aeropuerto igualmente lleva un proceso largo, lo que implica que probablemente los ciudadanos están guiándose más por el síndrome de fracasomanía que hablaba Hirschsman, que por la evaluación real de la estrategia y la visión del gobierno de Arévalo.