GIROS A LA IZQUIERDA Y A LA DERECHA

Luis F. Linares López

En las últimas décadas la política latinoamericana se caracteriza por frecuentes giros a la derecha y a la izquierda.  Cuando se dan a la derecha los sectores empresariales presionan para que se impongan políticas de corte neoliberal – cuya inconveniencia es demostrada cada día por la realidad –   bajo el supuesto de que favorecen el crecimiento económico y la competitividad, privatizando servicios esenciales como la educación y la salud, y con escasa o ninguna preocupación por sus consecuencias sociales, imponiendo políticas laborales que profundizan la precariedad del empleo.

El malestar que esto provoca en grandes sectores de la población da como resultado que el voto se incline hacia opciones ubicadas a la izquierda, que ofrecen reformas en sentido contrario.  Los sectores empresariales y sus corifeos ponen el grito en el cielo, abundando en llamados a salvar las instituciones republicanas y evitar que la demagogia ponga en riesgo la estabilidad económica.

En ambos casos – de derecha o de izquierda – hay un denominador que es bastante común en las dos tendencias: la corrupción.  Lula, con buenos logros en materia social, fue vinculado con actos de corrupción como los del Mensalao (compra de votos de diputados) y el más conocido Lava Jato, y el resultado fue la catástrofe de apellido Bolsonaro.  En Argentina, el kircherismo, que llegó al poder como consecuencia de la debacle  causada por el gobierno corrupto de Menem, cayó en prácticas similares. Ortega es el típico ejemplo del oportunismo, que igual actúa hacia la derecha o hacia la izquierda, y roba a manos llenas con ambas manos. Del lado de la derecha, incluso encabezada a menudo por personajes salidos del mundo empresarial – ricos que no tienen necesidad de robar – tenemos los casos de Martinelli en Panamá, Piñera en Chile, de los empresarios de ARENA en El Salvador y  de los panistas y priistas de México.

La culpa de los giros desde la derecha hacia la izquierda, y luego de nuevo a la derecha, en muchos casos peligrosos, pues en uno de tantos timonazos se cae al precipicio, la tienen las élites económicas, que con su avaricia desmedida provocan la reducción de las clases medias y el empobrecimiento de los trabajadores, tanto de las ciudades como del campo, a quienes no dejan otra opción que votar por las ofertas que vienen del lado de la izquierda, sin importar si son radicales o irresponsables.  A la avaricia y al afán de mantener a su servicio el aparato estatal, se unen la complicidad con políticos corruptos para aumentar sus fortunas y permitir que esos políticos hagan las propias. 

En la medida que no surjan opciones de centro derecha o de centro izquierda, que se preocupen por la solidez de la economía de mercado, y al mismo tiempo, con igual o mayor intensidad, por la justicia social y la construcción de sociedades de bienestar, América Latina, y en particular un país como Guatemala, entre los más pobres y desiguales de la región, se mantendrá en un permanente vaivén de la izquierda a la derecha, y de la derecha hacia la izquierda, con escasas posibilidades de construir Estados democráticos, en lo político y en lo social.