EL ESPEJO TIENE DOS CARAS: LA HISTORIA DE PEDRO CASTILLO

Luis Fernando Mack

“La gente ya no va a aguantar tanto descrédito porque no están haciendo daño a Castillo ni al Congreso, sino a todo un país que necesita de una prensa legal, que difunda la verdad”. Fernando Chuquilin Ramos, presidente de la Ronda de Cajamarca

He tenido la oportunidad de estar esta semana en la ciudad de Cajamarca, Perú, un viaje que nació con la inquietud de conocer las experiencias comunitarias representadas por las Rondas Campesinas, una organización comunitaria que nació en la década de los años setenta en la provincia de Chota (Cajamarca), como una respuesta al robo de ganado  e inseguridad desbordada, de la cual las instituciones del Estado se mostraban incapaces de contener; este incipiente sistema de justicia y de seguridad poco a poco fue articulándose, para convertirse en los años ochenta en un sistema de justicia y seguridad paralelo al Estado.

Nuestra inquietud era conocer de cerca la emergencia de un actor a todas luces diferente: Pedro Castillo, un maestro rural con una fuerte identificación con la organización de las rondas, identificado por la extrema derecha peruana como un izquierdista, calificación que no es del todo exacta; lo que si es cierto, es que hubo sectores de izquierda que, frente a la amenaza de Keiko Fujimori, decidieron apoyar a Castillo.

El contacto que establecimos con algunos dirigentes de las rondas de la región de Cajamarca nos indicó que su mayor preocupación es combatir la inseguridad y la delincuencia, para lo cual ejercen un férreo control ciudadano; incluso, nos tocó ser testigos de una mediación en temas de infidelidad y enfrentamientos familiares, en donde hubo una sentencia y un castigo comunitario. La mediación, por supuesto, se sustenta en la legitimidad de la que gozan los lideres de las rondas: la población realmente confía en la organización de las rondas, justo porque la respuesta es más efectiva y cercana que la que pueden ofrecer las instituciones del Estado, a las que se ve en el mejor de los casos como ineficientes, y en el peor, como cómplices de los maleantes, si es que ellos mismos no se convierten en delincuentes de cuello blanco.

La cobertura de los medios de comunicación de los actos conmemorativos por los 201 años de independencia, así como la reacción de los legisladores en el Congreso, fue mayoritariamente en contra de Castillo, aspecto de rechazo que se repite mayoritariamente en los analistas políticos. Una rápida consulta con actores locales en Cajamarca, sin embargo, nos demostró que la imagen que se tiene del presidente es positiva: el argumento es que los ricos no lo han dejado gobernar.

Algunos de los interlocutores con los que hablamos esta semana, atribuían los desaciertos del presidente a dos aspectos fundamentales: uno, al temor de Castillo de contrariar a sus enemigos acérrimos; y dos, a la falta de experiencia política que exhibe el mandatario. Probablemente, la inercia institucional de un Estado diseñado para fallar discrecionalmente, en el que los funcionarios que acceden al poder lo utilizan prioritariamente como un botín que hay que aprovechar, también haya hecho estragos: bien dice el dicho que en arca abierta, hasta el justo peca.

Nos vamos del Perú con una fuerte sensación de un país diverso, complejo y dividido: en uno de los viajes  pudimos constatar los grandes contrastes de la región y del país: el viaje de 20 km hacia una de las atracciones locales, el complejo arqueológico-paisajístico de Cumbemayo, recorre un área de pobreza evidente en medio de una estrecha y sinuosa carretera de terracería que hace el viaje dure un poco más de una hora: Cajamarca, de hecho, es la región más pobre del Perú, según datos del 2019 del  Instituto Nacional de Estadística e Informática: reducir la pobreza y la inseguridad, por lo tanto, sigue siendo una deuda del Estado Peruano, por lo que mientras estos aspectos se mantengan, la función de las rondas seguirá vigente.

El recuento de la semana, entonces, nos habla de que Castillo es mayoritariamente visto como un mal presidente, mientras que, en el ámbito local y regional de Cajamarca, se le ve como un héroe asediado. En medio, probablemente residirá la verdad. Lo cierto que, mientras se averigua la verdad, el gran perdedor sigue siendo el pueblo peruano, que ve como el ideal de inclusión y desarrollo, se vuelve a postergar. El futuro político de la nación sigue siendo tan sombrío y complejo como antes que Castillo llegara al Palacio de Gobierno del Perú.