DEL LAGO DE AMATITLÁN AL LAGO DE LUGANO

Eduardo Mayora Alvarado

                Creo que las municipalidades de alrededor del Lago de Amatitlán desperdician uno de sus activos más valiosos.  En algunas partes del mundo, un lago de la belleza y buen clima, todo el año, como Amatitlán, situado a pocas decenas de kilómetros de la capital del país, de un aeropuerto internacional de uno de los centros turísticos principales de la región centroamericana, como es la Antigua Guatemala, hubiese sido desarrollado urbanística y turísticamente de modo tal que los habitantes de todos los municipios de la cuenca disfrutarían de una economía de turismo, residencial y de recreación capaz de cambiar su nivel de vida. 

                No hablo, por supuesto, de inversiones que deban realizarse por los gobiernos municipales de la cuenca del Lago de Amatitlán.  Hablo de las inversiones privadas en residencias, hoteles, parques y lugares de recreo, restaurantes, tour operadores de paseos en lancha, de escuelas de buceo, de clubes y negocios para la práctica de deportes acuáticos, etcétera. 

                Creo que el principal elemento que hace falta para que todo eso ocurra es la certeza jurídica de que esas inversiones no sufrirían pérdidas como consecuencia de invasiones o asentamientos, de basura o desperdicios depositados en el lago o alrededor de la cuenca de que se nutre.  Actualmente y por muchos años, los inversores del pasado han sufrido pérdidas significativas porque, cuando determinadas personas o grupos de personas, violando la ley, invadieron una propiedad, usaron algún camino para descargar basura o ripio, descargaron aguas servidas o desechos industriales en el lago, ocuparon la línea férrea, o en fin, abusaron en su beneficio y en perjuicio de los inversores y de los habitantes de todos esos edificios, nadie hizo nada por aplicar la Ley. 

                Eso ya es agua que pasó bajo el puente y, por supuesto, arreglar todas esas infracciones y sanear el lago saldrá mucho más caro y costoso.  Pero no es imposible.  Si las municipalidades de esa cuenca crearan una mancomunidad para el desarrollo urbanístico y turístico de toda la región alrededor del Lago de Amatitlán y contrataran los servicios de una firma internacional especialista en este tipo de desarrollos y a los expertos en el régimen legal municipal, este sueño pudiera hacerse realidad.

                Es importante tener en cuenta que no serían beneficiarios solamente las empresas proveedoras directas, los empleados directos, los profesionales y los usuarios de todas las actividades y servicios que se desarrollaran.  La hacienda municipal también se beneficiaría mucho.  Los arbitrios y tasas municipales que actualmente se recaudan están basados en propiedades cuyo valor es una fracción del que pudieran llegar a tener en el mercado inmobiliario, si sus propietarios tuvieran los incentivos empresariales y la certeza jurídica necesarios para llevarlos a su más alto nivel de valor. 

                Uno de los propietarios más grandes a orillas del Lago de Amatitlán es el Estado y OCRET es la administradora de sus propiedades.  Casi todas ellas están en posesión de personas que no pagan nada por ellas y que, simplemente, cuando el último arrendatario dejó de pagar el arrendamiento (que tampoco era gran cosa) a OCRET, pues se convirtieron en sus ocupantes.  En el marco de un desarrollo integral de la región contigua al Lago de Amatitlán, el Estado pudiera cargar unas rentas mucho más altas.  Con esos fondos el Estado puede financiar proyectos de beneficio común o servicios públicos. 

                Actualmente la vía férrea está ocupada por invasores que están allí en condiciones absolutamente inadecuadas.  Además, su ocupación ilegal priva a todos los habitantes de la región de un activo sumamente valioso, como es ese medio de transporte.  Todos los días se forman colas interminables de automovilistas que suben desde urbanizaciones en el área sur de la Ciudad de Amatitlán hasta llegar a Palín y deben estar, literalmente, horas en la carretera hasta llegar a la Ciudad de Guatemala y de regreso. Sin embargo, ese trayecto pudiera hacerse cómoda y seguramente en trenes de cercanías que pudiera recoger pasajeros de Palín, la Ciudad de Amatitlán, de Villa Canales y Petapa y llevarlos hasta el centro de la Ciudad de Guatemala y de regreso a sus hogares. 

                Por otro lado, ¿ha imaginado usted un tren turístico que recorra el lago hasta llegar al Cañón de Palín ida y vuelta? FEGUA pudiera concesionar en licitación pública internacional un servicio de ese tipo, además de los trenes de cercanías para pasajeros.  Las bellezas naturales de toda la región pudieran venderse a turistas propios y ajenos al precio al que valen.

                Pero el punto más importante es que, si las municipalidades de la cuenca del Lago de Amatitlán se mancomunaran para concebir, plasmar e implementar un plan maestro de desarrollo urbano y territorial, con asesoría de clase mundial, un activo sumamente valioso, que actualmente se desperdicia día a día, pudiera ser un factor de desarrollo de todos los habitantes de la región del Lago de Amatitlán.  Hoy en día más bien permiten que los habitantes de otros municipios degraden ese activo, en lugar de aprovecharlo para conseguir, por ejemplo, lo que han logrado los antigüeños, a saber: un nivel de vida más bastante más alto que el promedio de los municipios del país.

                Una pregunta se impone: ¿Quién va a financiar esos estudios, planes de desarrollo, contrataciones de expertos, etcétera? En mi propia experiencia, los bancos e instituciones financieras multilaterales y de desarrollo necesitan de este tipo de proyectos, por supuesto, sobre bases serias y formales. Y ese, precisamente, es el factor clave que pudieran aportar los gobiernos municipales de toda la región del Lago de Amatitlán para hacer realidad un proyecto como el esbozado arriba: un marco jurídico cierto hecho valer y respetar con consistencia.