121 AÑOS DEL NATALICIO DE MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Oswaldo Samayoa

No tengo ningún título para poder hacer una exposición técnica o académica sobre letras o crítica literaria sobre el premio nobel guatemalteco Asturias. Solo tengo conocimiento empírico de alguien a quien le ha gustado la lectura de los grandes literatos guatemaltecos y latinoamericanos. Por ahí me he animado a escribir algunos textos publicados recientemente y por ahí tengo otros tantos que quizá algún día vean luz editorial.

Debemos siempre, al menos así lo veo, recordar que la literatura guatemalteca de inicios del siglo XX es quizá una expresión criollista, sin embargo, debemos reconocer, como bien indica Mario Roberto Morales en su escrito “Estética y política de la interculturalidad el caso de Miguel Ángel Asturias” que Asturias vive un tránsito clave de una defensa paternalista sobre indígenas ha una comprensión de su propia identidad que incorpora la toma de conciencia mestiza y la parte indígena precolombina y moderna.

En mi particular análisis, el denominado boom latinoamericano, distrae comercialmente las raíces literarias de los grandes autores que en la segunda mitad del siglo XX deslumbraron al mundo. Digo esto porque observó que tanto García Márquez como Vargas Llosa, cada uno con sus particularidades excepcionales, toman ciertos elementos cuyo antecedente será Asturias y, los fijo en tres abordajes: el abordaje autoritario del que hacer criollo que se presenta con El Señor Presidente; el abordaje intercultural en la cual se encierran muchos textos asturianos pero acá me quedo con Hombres de Maíz; y el abordaje de la descripción pintoresca y detallada en donde muchas de sus obras resalta.

Creo que estos antecedentes, habrá otros tantos que los expertos y especialistas construirán (quizá darían mejor matiz a lo que yo acá escribo), abren puerta a que estos grandes autores latinoamericanos encuentren bases suficientes para sus obras.

Entre los escritos de Asturias no debe dejar de llamar la atención las fantomimas, una creación literaria propia, que como enseña la profesora Nancy Maldonado en su escrito sobre los rasgos estilísticos de estas, son una construcción entre Fantasía y Pantomima. “Fantasía, porque las fantomimas tienen como elemento primordial la ficción, cuyo pensamiento es elevado e ingenioso; pantomima, porque son obras teatrales breves, de representación gesticular.”

La obra de Asturias en inmensa, su legado a la literatura mundial es de gran valía. Y hay una grandeza increíble cuando en muchos de sus escritos lo hace en guatemaltequismos. Dante Liano en el texto Miguel Ángel Asturias y el mito nos enseña que estos guatemaltequismos son “formas sintácticas y morfológicas (pocas), fonéticas (algunas) y léxicas (las más) que me atrevería a afirmar que son interclasistas e interétnicas.” Narrar en guatemalteco es una particularidad que expone al mundo nuestro interior y que contribuye para ganar el premio Lenin a la Paz y el Premio Nobel de Literatura.

La trilogía bananera (Viento Fuerte; el Papa verde; y los Ojos de los enterrados) son de obligada lectura para nuestra historia revolucionaria, de hecho, aunque el propio Vargas Llosa no lo dice o quizá no lo hizo conscientemente, yo, particularmente, veo en su última novela Tiempos recios, un poco de aquella trilogía.

De sus escritos, obras completas, tan completas que describen el siglo XX y siguen describiendo el XXI, tanto por ser inmortales sus letras, como describir perfectamente las luchas propias de estas tierras, se obtienen semillas de arte, de esplendor literario, de esplendoroso pensamiento y profundo amor humano.